jueves, 21 de abril de 2011

Crear un mundo más humano. Mediapart, Le Journal. París, Abril 19, 2011. Traducción de Luis Carlos Arboleda.

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Cali, Colombia, * Actualizado a Abril 21, 2011.

De navegaciones-e en nuestro "potrillo a vela" ( 1 )

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Crear un mundo más humano

Traducción de Luis Carlos Arboleda.

Especial para NTC … . Lo cual agradecemos.

Jacques Gaillot, obispo de Partenia, Bertrand Gaufryau, director de un liceo profesional, Stéphane Hessel, embajador de Francia, Albert Jacquard, politécnico y genetista, y Philippe Meirieu, profesor de la Universidad Lumière-Lyon 2, describen el hundimiento de nuestra civilización contemporánea, invadida por las lógicas individualistas del mercado.

«Crear es resistir y resistir es crear» constituye una de las claves de lectura de la sociedad del siglo XXI. Si la Historia del siglo anterior nos mostró que la barbarie está tanto más cerca en la medida que se desconocen y desprecian los derechos fundamentales del Hombre, nunca ha sido más necesario estar vigilantes y dejar de ser indiferentes a las cuestiones que estructurarán la sociedad de mañana. El compromiso deliberado a favor de la dimensión colectiva de nuestro proyecto de sociedad, basado en la solidaridad entre los seres y encarnado en instituciones garantizadas por el Estado, como ocurrió en el caso de elaboración del programa del Consejo nacional de la resistencia de 1943, es probablemente lo que más falta en la actualidad.

La sociedad de mercado poco a poco se alejó de este camino, haciendo creer a todo ciudadano que solo la concurrencia permitía el desarrollo y garantizaba la calidad, que el individualismo era el verdadero motor del progreso. La educación, la protección social, la vivienda, la salud o la seguridad, la libertad de conciencia o el laicismo, ¿no han sido pisoteados en los últimos años incluso por quienes, a la cabeza del Estado, prometían que «juntos, todo sería posible»?La idea de que un proyecto solidario vale más que un éxito solitario ha sido barrida en nombre de un populismo de moda, haciendo creer que cada quien podría progresar por cuenta propia, vivir mejor en la sociedad, aunque siempre a expensas de otros, como en las peores emisiones de los “TV-realities”… El reto de la solidaridad supera ampliamente nuestras fronteras de la misma manera que anima nuestras propias indignaciones cuando está en juego lo esencial.

El derecho a la educación, al artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombres, en su literal 3, ¿no postula que cada quien tiene derecho a la educación más avanzada posible? Sin embargo, poco a poco, nuestra Escuela de la República, pública y asociada al servicio público, ha sido asaltada por «los mercaderes de la educación» que la han convertido en mercado y transformado a alumnos y familias en simples consumidores. El debilitamiento sucesivo y acumulado, las reformas que una tras otra han destruido poco a poco los recursos construidos pacientemente a lo largo del tiempo (incluso si toda construcción es imperfecta por definición), la ayuda a los niños en dificultad, el apoyo a las familias en riesgo, las masivas reducciones de puestos, el abandono de el menú escolar, todo ello ha debilitado estructuralmente uno de los pilares de nuestra República. Al contrario, ese apoyo útil e imperativo se ha transformado en desconfianza, por el establecimiento de medidas coercitivas como la suspensión de los subsidios familiares.

De instrumento para la promoción social, la escuela ha pasado a ser escuela del mercado salvaje, dejando de lado a quienes solo tienen este medio para adquirir tal vez mañana medios decentes de subsistencia para asegurarle a su familia una vida conveniente. Ha acrecentado las desigualdades al reforzar los guetos territoriales. ¿Cómo no comprender y acompañar la indignación de maestros y personal educativo, tratados como ricos, frente al desmantelamiento de este fundamento de la República? Porque para nosotros, la escuela es el lugar en el que cada quien se convierte en humano. Si el saber individual –en todas sus dimensiones- es necesario, debe enseñarse no solo por su contenido intrínseco, sino por los pasos que permite dar hacia la construcción de una sociedad más justa, conformada por ciudadanos actores en plenitud de un destino colectivo. La escuela debe implicar elecciones políticas en las cuales la cooperación y no solo la competencia, sea la base de los métodos pedagógicos.

En el sector de la salud, y en general en la seguridad social, herencia de combates colectivos, las determinaciones conducen poco a poco al desmantelamiento de un sistema protector de los más desprotegidos y de las clases medias: franquicias médicas, ayuda médica del Estado con un acceso cada vez más restringido para los beneficiarios más vulnerables, supresión de puestos, eliminación de camas, cobertura universal de enfermedades que no siempre permite el acceso legal de cualquiera a la salud… La lista es larga, pero muy significativa de esta intención de sustituir poco a poco la solidaridad intergeneracional por la privatización del sistema. ¿No se resquebraja actualmente en sus bases el régimen de pensiones por reparto, mientras se fomenta la capitalización de manera soterrada? Desde este punto de vista la política de apoyo a personas dependientes que abre la puerta a las compañías de seguros privadas no es muy tranquilizadora. En los últimos años la gobernabilidad de las«reformas sociales» ha convertido a los sindicatos en simples validadores en lugar de socios, como se establece en la base de nuestro pacto republicano. El debilitamiento sistemático de los mecanismos de nuestra democracia social es un motivo de indignación suplementario.

Otras orientaciones políticas, igualmente significativas, se han traducido en actos de resistencia militantes. Dirigir la mirada hacia los más vulnerables en nuestras sociedades, es decir hacia las personas con vivienda precaria o sin vivienda, los trabajadores extranjeros sin papeles, ha permitido visibilizar uno de los grandes escándalos de nuestra sociedad. ¿Quién es el responsable cuando se trabaja y no se dispone de los medios adecuados de vivienda? ¿Son las personas que los medios y los decididores políticos miran con compasión e incluso desprecian, transmitiendo la idea que «es su culpa» si han perdido su empleo? ¡Verdaderamente no hay que vivir en el mundo de todos los días y estar alejado de las crueles realidades de nuestra sociedad, para pensar de esta manera y transformar a las víctimas en culpables!

Emaús, la asociación DAL (Derecho a la Vivienda), los Hijos de Don Quijote o incluso Jueves Negro se han hecho cargo de los temas de vivienda precaria y de violencia contra las personas que buscan un techo entre miles y miles de viviendas que han permanecido desocupadas por años. Como la requisición se opone al derecho de propiedad, su aplicación por la ley sigue siendo muy extraña. Y no es el derecho al alojamiento vinculante (ley DALO) que va a modificar radicalmente la situación de centenares de miles de personas, si el Estado no dispone los medios para permitir que se apliquen las leyes de la República, en particular la ley SRU que impone a las comunas un parque de vivienda social de 20%. Cuando tales vacíos en la ley crean de hecho situaciones intolerables de vivienda precaria, ¿qué es más indecente: que personas sin vivienda ocupen viviendas desocupadas por medios pacíficos, o las intervenciones desproporcionadas de las autoridades para desalojar sin proposiciones alternativas?

Textos actuales como la «ley de orientación y programación para garantizar la seguridad interior» (llamada «LOPPSI 2») refuerzan el sentimiento de grandes regresiones sociales. Las orientaciones legislativas anunciadas apuntan a los más desprotegidos y frágiles, pero también al conjunto de la población. Tales proyectos traducen un retroceso manifiesto de las libertades individuales a través del endurecimiento del fichaje policial y su utilización con fines represivos, la vigilancia de la población o el endurecimiento del derecho penal mediante el refuerzo de los estratos de penas. Todo ello nos invita a oponer un modelo alternativo a la negación de los fundamentos de nuestro modelo republicano.

A la mayor parte de estas cuestiones se opone la ley del mercado. ¡Es la misma oposición de los liberales del siglo XIX de cuya modernidad otros se jactan! Pero todos sabemos que el mercado es ciego, que, si se beneficia de las inversiones públicas intentando acrecentar los márgenes, no asegura el cubrimiento de las necesidades insuficientemente lucrativas. (…) El Estado se desentiende de las grandes políticas públicas y descarga la responsabilidad de la crisis a los servicios públicos imponiéndoles una drástica cura de adelgazamiento.

Afortunadamente, el mundo asociativo, los movimientos de jóvenes más o menos estructurados, están a la cabeza de tales acciones…Pero lo que puede, por lo menos, sorprender es que, poco a poco, en su avance, todos integran la no violencia como dimensión ineludible de sus indignaciones. En un mundo invadido por la violencia, los comportamientos y las actitudes no violentas permiten superar odios acumulados como numerosos ejemplos en la historia nos lo muestran: Nelson Mandela, Martin Luther King, el Dalai Lama, más recientemente los monjes de Tibhirine. Estas acciones no son aisladas y, siendo poco visibles, poco mediáticas, no dejan de ser uno de los fermentos de una democracia tranquila. Otra prueba son las acciones de los militantes anti-nucleares, los palestinos de la banda de Gaza que cotidianamente intervienen en este sentido.

Los derechos del Hombre, proclamados universalmente, son también pisoteados cuando las Naciones Unidas y sus resoluciones, a menudo letra muerta, son atropelladas y los compromisos de paz quedan sin efectos. Es el caso actual de Costa de Marfil, pero casi cotidianamente del Medio Oriente, de Palestina en donde el derecho de ese pueblo a vivir en un territorio «viable» es pisoteado desde hace más de medio siglo en nombre de una seguridad basada en la violencia. Los pueblos del Magreby del Medio Oriente, hoy en movimiento, nos invitan a revisitar los esquemas culturales de nuestras viejas democracias: Túnez, Egipto, Yemen, Libia y otros mañana, nos muestran el camino de las revoluciones democráticas y nos invitan a que jamás renunciemos. La pena de muerte en los Estados Unidos, en China, las violaciones indecentes de los derechos del Hombre en Corea del Norte, la utilización potencial del arma nuclear por los países de Medio Oriente y la difusión de lo nuclear civil con fines de «jugosos» contratos para los balances comerciales, todo ello es eminentemente peligroso y debe suscitar nuestra indignación, nuestra determinación y nuestros combates colectivos. Finalmente, ser no violento en nuestras acciones, ¿no significa luchar por la justicia y la dignidad sin odios ni muertes? ¿No es nuestra nueva frontera?

Estas posiciones dan un sentido muy particular a las luchas de resistencia que aquí y allá estructuran un movimiento ciudadano alrededor de la idea de que la tierra no pertenece al Hombre, sino que el Hombre pertenece a la tierra». A instancias hoy de Théodore Monod, ayer de René Dumont y de otros más jóvenes que en la actualidad son sus herederos y transmisores, los valores de la ecología movilizan mensajes de humanismo, de no violencia, de durabilidad, de compromiso con los valores de la República y de laicidad, alejados de todo dogmatismo integrista. ¿Ha empezado la cuenta regresiva? Tal vez, pero la conciencia colectiva de las cuestiones de educación, de solidaridad y de respeto por el medio ambiente constituye un paso esencial para reintroducir la dimensión colectiva de proyectos compartidos en nuestra sociedad. En consecuencia, en tanto hayamos resistido al terrorismo intelectual del individualismo, habremos contribuido a crear un mundo más humano.

Traducción de Luis Carlos Arboleda. Paris, Abril 21, 2011.

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