domingo, 16 de enero de 2011

De senectute (1997). Norberto Bobbio. Cap. 4. // La textura del tiempo (2000). Angel Zapata Ceballos.

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De senectute y otros escritos biográficos.
Norberto Bobbio. 1997
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La textura del tiempo
Angel Zapata Ceballos, 2000.

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“De senectute y otros escritos biográficos". Norberto Bobbio. Traducción de Esther Benítez. Santillana, S. A. Taurus. 1997.


CONTRAPORTADA.
(Click sobre la imagen para ampliarla y hacerla legible. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí) Norberto Bobbio
De senectute

Mientras que el mundo del futuro está abierto a la imaginación, y ya no te pertenece, el mundo del pasado es aquel donde a través de la remembranza te refugias en ti mismo, retornas a ti mismo, reconstruyes tu identidad, que se ha ido formando y revelando en la ininterrumpida serie de todos los actos de la vida, concatenadas entre sí, te juzgas, te absuelves, te condenas, y también puedes intentar, cuando el curso de la vida está a punto de consumarse, trazar el balance final. Hay que apresurarse. El viejo vive de recuerdos y para los recuerdos, pero su memoria se debilita día tras día. El tiempo de la memoria avanza al contrario que el real: los recuerdos que afloran en la reminiscencia son tanto más vivos cuanto más alejados en el tiempo estén aquellos sucesos. Pero sabes también que lo que ha quedado, o lo que has logrado sacar de aquel pozo sin fondo, no es sino una parte infinitesimal de la historia de tu vida. No te detengas. No dejes de seguir sacando. Cada rostro, cada gesto, cada palabra, cada canto por lejano que sea, recobrados cuando parecían perdidos para siempre, te ayudan a sobrevivir.
NORBERTO BOBBIO.
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CAPÍTULO 4. Páginas 39 a 42 de "De senectute".
EL MUNDO DE LA MEMORIA
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Extrañamente, en estos testimonios no aparecen nunca las habituales actitudes ante la muerte: el miedo y la esperanza. Contra el miedo actúa el taedium vitae, que hace de la muerte una meta no temible sino deseable. A la esperanza, que puede socorrer al sufriente en situaciones que parecen desesperadas, y es la esperanza de sanar o de estar en camino hacia una nueva vida, se opone el cupio dissolvi, o sea el deseo de desmoronamiento, de no ser. Taedium vitae y cupio dissolvi no tienen nada que ver, a su vez, con el contemptus mundi de los místicos, para quienes la vida es igual de miserable pero la miseria no es fruto de un Dios indiferente o malvado, sino de una culpa, y el desprecio del mundo es «el trámite natural para ascender a Dios». Ahora bien, para quien siente hastío de la vida y ansía anularse, la muerte es el suspirado descanso tras la ingente e inútil fatiga de vivir. Alguien ha escrito: «Mi fuerza vital está tan exhausta que ya no logra ver más allá del sepulcro, no logra ya temer o desear nada sino la muerte. No puedo concebir un Dios tan despiadado que despierte a uno que está durmiendo a sus pies muerto de cansancio» (10).
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(10). Véase R. Schneider, Winterin Wien, citado por R. Egenter, Sulla vecchiaia, Queriniana, Brescia 1976, p. 314.
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El viejo satisfecho de sí de la tradición retórica y el viejo desesperado son dos actitudes extremas. He hecho especial hincapié en ellos para inducirnos a reflexionar una vez más sobre la variedad de nuestros humores hacia la vida en el pluriverso de valores contradictorios donde nos movemos, y por ende sobre la dificultad de comprender el mundo y, dentro de éste, a nosotros mismos. Entre estos dos extremos hay otros infinitos modos de vivir la vejez: la aceptación pasiva, la resignación, la indiferencia, el camuflaje de quien se empeña en no ver sus arrugas y su debilidad y se impone la máscara de la eterna juventud, la rebelión consciente a través del continuo esfuerzo, a menudo destinado al fracaso, de proseguir inflexiblemente el trabajo de siempre, o, por el contrario, el despego de los afanes cotidianos y el recogimiento en la reflexión o la plegaria, el vivir esta vida como si fuese ya la otra, rotos todos los vínculos mundanos. La vejez no está escindida del resto de la vida anterior: es la continuación de tu adolescencia, tu juventud, tu madurez. Escribe el poeta: «La juventud llama a la vejez a través de los años agotados: / «¿qué has encontrado?», le grita, «¿qué has buscado?». / «Lo que tú has encontrado», responde la vejez, llorando: / «lo que tú has buscado» (11). Refleja tu visión de la vida y cambia tu actitud hacia ella, según hayas concebido la vida como una montaña inaccesible que escalar, o como una corriente en la que estás inmerso y discurre lentamente hacia la desembocadura, o como una selva por la que vagas inseguro siempre sobre el camino a seguir para salir de ella. Hay el viejo sereno y el afligido, el satisfecho ...
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(11). Dylan Thomas, Poesie inedite, Einaaudi, Turin 1980, p.73.
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... llegado tranquilamente al final de sus días, el inquieto que recuerda sobre todo sus caídas y espera trepidante la última de la que ya no conseguirá levantarse; quien saborea su victoria y quien no logra borrar de la memoria sus derrotas. El viejo que ha perdido el juicio, penoso no para sí sino para los demás, víctima de una cruel penitencia cuya causa ignoramos él y nosotros. Cosima, la protagonista del libro de Sandra Petrignani, dice cariñosamente: «Los viejos chochos son estupendos, son como niños locos. Persiguen cualquier fantasía, hasta que ya no sabes qué es fantasía y qué su realidad, la vida que han tenido y olvidado o querido olvidar».
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El mundo de los viejos, de todos los viejos, es, de forma más o menos intensa, el mundo de la memoria. Se dice: al final eres lo que has pensado, amado, realizado. Yo añadiría: eres lo que recuerdas. Una riqueza tuya, amén de los afectos que has alimentado, son los pensamientos que pensaste, las acciones que realizaste, los recuerdos que conservaste y no has dejado borrarse, y cuyo único custodio eres tú. Que te sea permitido vivir hasta que los recuerdos te abandonen y tú puedas a su vez abandonarte a ellos. La dimensión en la que vive el viejo es el pasado. El tiempo del futuro es demasiado breve para que se preocupe por lo que sucederá. La vejez, decía el enfermo de antes, dura poco. Pero, precisamente porque dura poco, emplea tu tiempo no tanto en hacer proyectos para un futuro lejano, que no te pertenece, cuanto en intentar comprender, si puedes, el sentido o el sin sentido de tu vida. Concéntrate. No disipes el poco tiempo que te queda. Vuelve a recorrer tu camino. Te servirán de ayuda los recuerdos. Pero los recuerdos no afloran si no vas a desanidarlos en los rincones ...
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... más remotos de la memoria. Rememorar es una actividad mental que no ejercitas con frecuencia porque es trabajosa o perturbadora. Pero es una actividad saludable. En la remembranza te encuentras a ti mismo, tu identidad, pese a los muchos años transcurridos, las mil peripecias vividas. Encuentras los años perdidos tiempo atrás, los juegos de cuando eras niño, los rostros, la voz, los gestos de tus compañeros de colegio, los lugares, sobre todo los de la infancia, más lejanos en el tiempo pero más nítidos en la memoria. Podría describir paso a paso, piedra tras piedra, aquel camino entre los campos que recorríamos de niños para llegar a una alquería a trasmano.
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Al visitar los lugares de la memoria se agolpan a tu alrededor los muertos, cuya tropa resulta más numerosa cada año. La mayoría de los que te acompañaron te han abandonado. Mas no puedes borrarlos como si nunca hubieran existido. En el momento en que los llamas a tu mente los revives, al menos un instante, y no están muertos del todo, no han desaparecido completamente en la nada: el amigo muerto adolescente en un accidente de montaña, el compañero de colegio y de juegos desaparecido con su avión durante la guerra, cuyo cuerpo nunca se encontró y a quien su familia esperó años y años. Te preguntas por qué. La muerte de Leone Ginzburg en una cárcel de Roma durante la ocupación alemana. El suicidio de Pavese. Y vuelves a preguntarte por qué.

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He aludido a muchos modos de vivir la vejez. Alguien podría preguntarme: «Y tú, ¿cómo la vives?». Creo haberlo dado a entender en esta última parte de mi discurso. Diré con una sola palabra que tengo una vejez melancólica, entendiendo la melancolía como la consciencia ...

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....de lo no alcanzado y de lo ya no alcanzable. Se le ajusta bien la imagen de la vida como un camino, en el cual la meta se desplaza siempre hacia adelante, y cuando crees haberla alcanzado no era la que te habías figurado como definitiva. La vejez se convierte entonces en el momento en el cual tienes plena conciencia de que no sólo no has recorrido el camino, sino que ya no te queda tiempo para recorrerlo, y debes renunciar a alcanzar la última etapa.
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La melancolía está atemperada, no obstante, por la constancia de los afectos que el tiempo no consumió.
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Septiembre 2000. Universidad del Valle, Facultad de Ingeniería
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Ángel Zapata Ceballos ( Junio 1921, Amalfi, Antioquia – Junio 19, 2009, Medellín, Antioquia) terminó de escribir, a mano y en papel oficio, este libro autobiográfico el 21 Octubre de 1999. Lo había iniciado a finales de 1998. En ese lapso - como gran lector que siempre fue - leyó varios libros, entre ellos, "De senectute" de Norberto Bobbio en ejemplar que le prestamos. En varias de sus páginas escribió, a lápiz, varias notas. En el capítulo titulado "Elogio de Piamonte" anotó: "Fatigoso!". En el capítulo 4, se lee (ver imagen):
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Precioso este capítulo. Poético, realista,
y coincide con varios aspectos de mi
propia vejez. A. Z. C./99.
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LA TEXTURA DEL TIEMPO*
ANGEL ZAPATA CEBALLOS (A. Z. C.)
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En "A manera de Prólogo y dedicatoria", inicio del libro, se lee:
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"Este es un libro extraño. Se puede considerar como la biografía ... , puede ser la afirmación de una vida conscientemente vivida, ejemplarizante, o vergonzosa, el lector lo juzgará ... Tuvo su origen en muchas y amenas conversaciones entre el autor y dos amigos a quienes el autor aprecia de modo especial: ... . A ellos dedico este libro.

Algunas anécdotas, muchos recuerdos, añoranzas de juventud y adolescencia, responsabilidades estudiantiles, enfrentamientos con la vida. Todo lo rememoramos en muchos días, sentados con una taza de café y unas gotas de Brandy. La memoria de un viejo trabajando. Los viejos recordamos y necesitamos recordar. Entonces, un día me puse a escribir a mano, como siempre lo hice, sin detenerme, a vuelapluma, con la avaricia del segundo, porque lo único que no tenemos los viejos es tiempo. Ellos, mis amigos fueron llevando al procesador mis notas, y resultó este libro que, en buena parte, llena mi vida ... . ...."

Y al final de la última página:

" ...
A menudo, ahora en mi vejez, recuerdo y me repito la última estrofa del inmortal poema de don Antonio Machado, Retrato:

“Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al zarpar la nave que nunca ha de tornar,
me encontrareis a bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar”.


Cali, Octubre 1999

A. Zapata C."

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* VERSIÓNES DIGITAL DEL LIBRO COMPLETO, Ver:
"La textura del tiempo". Angel Zapata Ceballos. Libro autobiográfico

http://www.scribd.com/doc/16664435/La-textura-del-tiempo-Angel-Zapata-Ceballos-Libro-autobiografico

Fuente: ANGEL ZAPATA CEBALLOS, Junio 1921 - Junio 2009 , http://ntc-documentos.blogspot.com/2009_06_19_archive.html

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ENLACES SOBRE BOBBIO:

http://es.wikipedia.org/wiki/Norberto_Bobbio
http://www.erasmo.it/gobetti/spa/default2.asp
http://www.erasmo.it/gobetti/spa/iniziative.html ojo
http://www.editorialtaurus.com/es/libro/de-senectute/

ELPAIS.com Edición impresa Cultura
Bobbio se autorretrata en "la vejez ofendida"
El último libro del filósofó, 'De senectute', recoge sus ideas sobre el declive vital
MIGUEL MORA - Madrid - 11/06/1997 . http://www.elpais.com/articulo/cultura/SAVATER/_FERNANDO/BOBBIO/_NORBERTO_/FILOSOFO/FERIA_DEL_LIBRO_DE_MADRID/Bobbio/autorretrata/vejez/ofendida/elpepicul/19970611elpepicul_1/Tes

Columna de opinión , DE SENECTUTE , Jorge H. Botero
http://www.mincomercio.gov.co/eContent/newsdetail.asp?id=1964&idcompany=1

Norberto Bobbio y sus escritos personales _Javier Ansuátegui ...
http://tiempodelosderechos.es/es/biblioteca/doc_download/6-norberto-bobbio-y-sus-escritos-personales.html

http://www.elcultural.es/version_papel/SEMBLANZAS/10625/Norberto_Bobbio

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Actualizó : NTC … / gra. Enero 16, 2011. 8:40 PM