domingo, 21 de agosto de 2011

3. Sobrevive un proyecto editorial en Medellín? ARCADIA, No. 71, Agosto 19, 2011. Págs. 24 y 25./ Sílaba entre él.

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* Se actualiza periódicamente. Agosto 20, 2011

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3. Sobrevive un proyecto editorial en Medellín?

ARCADIA, No. 71, Agosto 19, 2011.

Págs. 24 y 25./

Sílaba entre él.

Pilar Gutiérrez, editora de Tragaluz, y Lucía Donadío, editora de Sílaba.
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TEXTO:
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jueves, 11 de agosto de 2011

Santiago Arcos, millonario y comunista. Por Carlos Vidales. París, Agosto 11, 2011

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Santiago Arcos,

millonario y comunista

Carlos Vidales *

París, 11 de agosto de 2011

Un día de 1840, en la Academia de Ciencias Morales de París, el joven Pedro José Proudhon leyó un ensayo político que contenía frases quemantes contra los privilegios y las injusticias sociales. Una de esas frases se repetía, en diferentes tonos, a lo largo del discurso: "La propiedad es el robo".

Entre los asistentes, fascinado por la detonante oratoria de Proudhon, se encontraba un adolescente chileno de 18 años de edad. Era el hijo menor de un es­pañol liberal que había luchado por la independencia de Chile, y que se había hecho millonario gracias a ella. Don Antonio Arcos era un capitalista avaro, pero su hijo menor, chileno por naci­miento, se pasaba los días y las noches oyendo debates y dis­cusiones políticas, tratando de entender por qué la sociedad era tan injusta y qué se podía hacer para cambiarla. Y aquella tarde, hipno­ti­zado, sentía que el fragoroso discurso de Proudhon le quemaba el corazón: "¡La pro­pie­dad es el robo! ¡He aquí el toque de rebato! ¡La turbulenta agitación de las revo­luciones!"

A partir de ese momento Santiago Arcos fue miembro activo de sociedades y clubes socialistas. Leía a Proud­hon, pero sobre todo a Owen, Fourier y Saint Simon, precisa­mente los tres autores que, años más tarde, serían reconocidos por Federico Engels como los precursores del socialis­mo moderno. El joven Arcos conoció perso­nal­mente por aquellos años a Fourier, Blanqui, Le­roux, Luis Blanc y Proudhon. Leyó la novela "Viaje a Icaria" del utopis­ta Etienne Cabet, que dio origen a uno de las primeros gru­pos comunistas. En las obras de Fou­rier descubrió la pro­puesta de organizar el trabajo en colectivos o "falansterios" basa­dos en el interés común y habría de decir más tarde, en un escrito publicado en 1850, que Carlos Fourier era "el coloso intelectual del siglo XIX". Se deslumbró con la idea de Luis Blanc, de que el estado debería ser el em­plea­dor universal para liberar a los traba­ja­do­res de todo patrón capitalista. Hizo suyo el prin­ci­pio enun­ciado por Saint Si­mon, que habría de con­vertirse más tarde en la consig­na del socialis­mo moderno: "De cada uno según su ca­pacidad y a cada capacidad según sus obras". Leyó tam­bién el "Manifiesto de la Democracia" de Víctor Considé­rant, obra que años después iba a ser intensamente utilizada por Marx y Engels en la re­dac­ción del "Manifiesto Comu­nista".

En 1843, una mujer menuda de ojos encendidos como brasas, Flora Tristán, publicó un trabajo titulado "La Unión Obrera", cuya importan­cia fue definida por Marx con este comentario: "puede considerarse como el primer programa práctico para la organización del proletariado". Esta experiencia intelectual, que sacudió a todos los círculos obreros de Francia, produjo impacto también, sin duda, en Santiago Arcos.

En otras palabras, Arcos había leído ya, a la edad de veinte años, los mis­mos auto­res y obras que constituían las fuentes francesas e inglesas de Carlos Marx y Federico Engels. Pero el joven chileno carecía del contacto con la filosofía clásica alema­na y con el movimiento de los hegelianos de iz­quierda y esta cir­cunstancia iba a ser decisi­va en su evolución política. Mientras Marx y Engels continuaron desarrollando sus ideas por un camino dialéctico, hegeliano, Arcos se man­tuvo en el terreno especulativo de los so­cia­listas franceses y particularmente en los postulados de Fourier. Pero en su afán por avanzar hacia la re­volución, aceptó el principio marxista de que el socialismo sola­men­te podría lograrse por la acción de los trabajadores organizados en un partido revolucionario. De hecho, la idea de un par­tido de clase para la emancipación de la clase obrera sería más tarde agitada en Chile por Santiago Arcos en la Sociedad de la Igualdad, que él habría de fundar conjunta­mente con Francisco Bilbao. Es notable que en 1850, a la edad de 28 años, Arcos pu­diera expresar casi con las mismas palabras de Engels, el siguiente juicio sobre Owen, Fourier y Saint Simón: "han sido tan hábiles médicos para anali­zar el mal social, como inhábiles para encontrar el remedio".

En 1843 llegó Carlos Marx a París y lo primero que hizo fue buscar a Proudhon, a quien quería conocer porque admiraba, según decía, "la potente musculatura de su estilo". Pronto se encontraron los dos, Marx y Proudhon, enzarzados en terribles po­lémicas y ardientes discusiones, pues el razonamiento de Marx era fruto de su dis­ci­pli­na prusiana, su cultura enciclopédica y el rigor sistemático de la dialéctica hege­liana; en cambio, el pensamiento de Proudhon seguía caminos más in­tuitivos, menos siste­má­ticos. Marx argumentaba como un científico, Proudhon como un profeta, aun­que trata­ba en vano de utilizar la férrea lógica de su adversario. El propio Marx habría de con­fe­sar más tarde, hablando de su contendor: "lo infecté, con gran perjuicio suyo, de un hegelianismo que Proudhon no podía profundizar por su ignorancia del ale­mán". En cuanto a Arcos, es evidente que asimiló algo de la in­fluen­cia de Marx, a juzgar por sus escri­tos y cartas. Pero es indudable que la densa dia­lé­ctica del barbudo prusiano no logró entusiasmar completamente al joven chileno. Y esto definió todo el curso de su exis­tencia política.

En febrero de 1845 llegaron a París varios jóvenes aristócratas chilenos, todos libe­ra­­les de izquierda, todos más o menos desterrados por el régimen conservador y todos entu­siasmados con la posibili­dad de establecer contacto con los socialistas europeos, algunas de cuyas obras habían leído ya en Chile. Entre esos jóvenes, rodeado del respe­to de todos e iluminado por una aureola de héroe, venía Francisco Bilbao. Su libro heré­tico "Sociabilidad Chilena" había sido quemado en Santiago por orden de los jue­ces. Aunque Bilbao era el menor, todos lo consideraban el jefe intelectual indiscutible. Su figura de agitador romántico habría de ser recordada de generación en generación por los relatos de agitadores y re­voluciona­rios, hasta el punto de que medio siglo más tarde José Martí podía describirlo sin ha­berlo visto nunca: "Francisco Bilbao, con sus ojos de Bécquer y su frente de Mazzini, y su cabellera ostentosa de estudiante, siem­pre inquieta con el fuego de adentro, que mandaba propagar por el mundo la verdad racionalista..."

Arcos se convirtió en el guía de esos jóvenes en París y los puso en contacto con los grupos socialistas que él frecuentaba. Pero también quería que ellos le informaran sobre su tierra natal y en esas conversaciones pudo enterarse de la agitación en que vivía la juventud chilena. Supo que todos admiraban y querían al viejo Andrés Bello. Y supo que el otro maestro de Bolívar, el brillante y excéntrico Simón Rodríguez, tam­bién se había instalado en Chile y que tenía en el mismo local una fábrica de velas y una escuela porque, según decía, su misión era "dar muchas luces por dentro y por fuera" a todos los niños que cayeran en sus manos. Simón Rodríguez se llamaba a sí mismo "amigo de la causa social" y sin haber leído jamás a Fourier había llegado casi a las mismas con­clusiones que éste. Igualmente le contaron que el argentino Sarmiento estaba exiliado en Santiago y que había un diario dirigido por José Victorino Lastarria, llamado El Progreso, en el cual se publicaban las más audaces ideas políticas y sociales.

La amistad entre Arcos y Bilbao fue desde el comienzo profunda e intensa, pero nin­gu­no de los dos renunció a sus propias ideas en favor del otro. Arcos dijo: "Fourier es mi maestro". Bilbao respondió: "Mi maestro es Lamennais". Aunque La­me­nnais era considerado por muchos como un vejestorio romántico, nebuloso y deli­rante, Arcos no dijo nada y, en cambio, le pidió a Bilbao con mucho respeto que le mostrara su famoso libro, Sociabilidad Chilena. Y al leer ese libro, dos cosas le produ­jeron un fuerte impacto: primero, que un jo­ven­cito chileno, ignorante de las dis­cusiones socialistas de París, pudiera escribir cosas tan profundas y audaces. Y segun­do, que pudiera hacerlo con tanto desorden, con tanta falta de sistema. Indudablemen­te, Lamennais era el maestro de Bilbao.

En todo caso, pronto se separó de Bilbao, porque éste emprendió una gira por Eu­ropa. En 1847 Santiago Arcos cumplió 25 años y su padre lo puso a elegir: "O traba­jas, o te vas de la casa". Don Antonio Arcos pensaba que su hijo Santiago debería se­guir el camino del comercio, haciéndose cargo de una parte de los negocios familiares. Pero el joven revolucionario se negó a aceptar este destino y tuvo por lo tanto que dejar el hogar paterno. Ahora bien, don Antonio Arcos era un avaro pero también un padre cariñoso. De manera que decidió dar a su hijo un esti­pendio mensual, bastante aceptable. Con este dinero, Santiago Arcos emprendió su viaje a Chile. Hizo su trayec­to a través de los Estados Unidos, donde conoció a Sarmiento, quien andaba en gira de estudios, y tuvo oportunidad de ayudarle, pues el argentino carecía de dinero y Arcos lo tenía en abundancia. Llegaron juntos a Valparaíso en febrero de 1848.

Arcos participó intensamente en los grupos y clubes progresistas de Santiago. Es­cribió en el periódico El Progreso artículos críticos sobre la sociedad chilena y planteó la necesidad de drásticos cambios sociales. Al constituirse la Sociedad de la Igualdad como un club de debates políticos, Arcos trabajó con entusiasmo para lograr que los obreros y artesanos ingresaran a ella, cambiando así su composición de clase. Y cuan­do Francisco Bilbao regresó a la patria a comienzos de 1850, él y Arcos dieron a la Sociedad de la Igualdad el carácter de partido de los trabajadores y lo prepararon para organizar y dirigir la gran insurrección de los mineros en Copiapó y la Serena, en 1851. Pero aunque Arcos y Bilbao fueron el alma de la Comuna de La Serena, ésta se formó sin la presencia física de los dos revolucionarios. La persecución contra ellos se había desatado ya a fines de 1850. Bilbao había sido encarcelado y Arcos habría de ser pronto destierrado al Perú. Pero a último minuto alcanzó a salir de la imprenta su folleto titulado La Contribución y la Recaudación, en el cual se advierte, por primera vez en América Latina, el propósito de sentar las bases económicas del cambio social.

La introducción de ese folleto es sorprendente: "La desigualdad de las condiciones mantiene entre los hombres una guerra incesante. Las diferentes clases que forman la sociedad se odian". Y más adelante dice: "Si el hombre sufre es porque aún no ha acertado con la forma social que le está reservada". Traza un diagnóstico certero de las lacras sociales y refuta todo derecho de propiedad que no proceda directamente del propio trabajo. Propone la financiación del estado con impuestos proporcionales a la riqueza de los individuos y el gasto público orientado a satisfacer las necesidades de los más débiles. Bartolomé Mitre, el líder liberal argentino, habría de elogiar esta obra como un producto genuino de la inteligencia, aunque, naturalmente, diría que el pro­yec­to era erróneo e impracticable.

Pero fue dos años más tarde que Arcos produjo su obra fundamental, una pieza que algún historiador ha considerado (con justicia, creo yo) "el documento más sensa­cio­nal que se escribió en Chile en la segunda mitad del siglo XIX". Se trata de una carta a su amigo Francisco Bilbao, fechada el 29 de octubre de 1852. Arcos la escribió en la cárcel de Santiago, donde se hallaba recluído después de haber pasado aventuras y zozo­bras en la lejana California, en medio de la fiebre del oro y de la plata. Al regresar a Chile fue detenido de inmediato, pues se le consideraba un peligroso subversivo.

La carta a Bilbao es todo un Manifiesto. Analiza en detalle, con un estilo muy parecido al de Engels, la situación de las clases sociales en Chile, y concluye proponiendo la formación de una sociedad democrática, igualitaria, en donde "todo ciu­da­dano es Legislador. Jurado. Ejecutor", donde "todo ciudadano es Guardia Nacio­nal" y donde se garantizan todos los derechos políticos a todos los grupos y ciu­dadanos. Insiste en que "es necesario quitar sus tierras a los ricos y distribuirlas entre los pobres", así como "quitar sus ganados a los ricos, y sus aperos de labranza, para distribuirlos entre los pobres". En la sociedad imaginada por Arcos, sólo podrá ser propietario quien use directamente la propiedad con su trabajo, sin explotar a otros. Hablando de las expropiaciones advierte que "aunque los ricos reciban una compen­sa­ción justa, esta medida será tildada de robo por ellos, y a los que la proponen no les faltarán los epítetos de ladrones y comunistas. Pero no hay que asustarse por las palabras, la medida es necesaria, y aunque fuerte debe tomarse para salvar al país". Toca todos los puntos fundamentales de la organización del estado: la deuda pública, el comercio interno y externo, la planificación de la producción, los sectores de la economía, los deberes y derechos de los ciudadanos, la colonización, la in­mi­­gración, la educación como deber primordial del estado, la salud pública, el desarrollo de las artes y las ciencias, en suma, todo. Y en todo antepone el interés de los trabajadores. Este documento admirable por su orden, concisión y claridad, concluye: "Tal es, amigo mío, la idea que me formo de la revolución...Demos el grito de PAN Y LIBERTAD y la Estrella de Chile será el lucero que anuncia la luz que ya viene para la América Española..."

Pero un destino oscuro y trágico esperaba a Santiago Arcos. Desterrado de nuevo, esta vez a Argentina, tomó partido por Mitre mientras su amigo Bilbao apoyaba a Urquiza. Trató de ser empresario minero, explorador y maestro, pero nada le acomo­da­ba al gusto. Muerto su padre, heredó una inmensa fortuna y regresó a Europa, a París, a pasear por los bulevares sus recuerdos de revolucionario. Una honda depresión fue adueñándose de él. Una mañana de septiembre de 1874, Arcos bajó las escaleras de piedra hasta llegar a las orillas del Sena, y mirando fijamente al agua se disparó un tiro en la sien, destrozándose el cráneo.

Tenía 52 años de edad. “Nadie sabe dónde está su tumba”, dicen los historiadores. Pero yo la he encontrado. El día 9 de agosto de 2011, durante una visita al cementerio parisino de Père-Lachaise en compañía de mi erudito amigo Yves Moñino (en la foto a la derecha),

descubrí la sepultura de la familia Arcos y, entre sus inscripciones funerarias, pude leer lo siguiente:

SANTIAGO ARCOS ARLEGUI

FALLECIDO

EN 23 DE SEPTIEMBRE DE 1874

A LA EDAD DE 52 AÑOS

Valga, pues, este modesto aporte a la historia de las ideas socialistas de Nuestra América.

* Carlos Vidales

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París, 11 de agosto de 2011

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NTC ... Enlaces:

http://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_Arcos

http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Bilbao

Carta a Bilbao

AutorArcos, Santiago, 1822-1874
TítuloCarta de Santiago Arcos a Francisco Bilbao
Descripción32 p.
DatosMendoza : Impr. de la L. L., 1852

Ver Documento.

http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0002723.pdf

(Matriz: http://www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0002723 )

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"Valga, pues, este modesto aporte a la historia de las ideas socialistas de Nuestra América."

Fuente de esta bella imagen:

Escuela Latinoamericana de Biel/Bienne

http://www.puntolatino.ch/index.php?option=com_content&view=article&catid=499%3Aescuelas-ninos&id=4116%3A150811-escuelas-escuela-latinoamericana-bielbienne&Itemid=108&lang=es

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lunes, 1 de agosto de 2011

Masacre en Noruega: la cultura del malestar. Por Carlos Vidales. The Prisma UK, Julio 31, 2011

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De navegaciones-e en nuestro "potrillo a vela" ( 1 ),

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Masacre en Noruega: la cultura del malestar

THE PRISMA UK JULIO 31, 2011 2:00 PM 1 COMENTARIO

El atentado en el centro de Oslo y la subsiguiente masacre de adolescentes en la isla de Utoya, perpetrados por un neofascista noruego el día 22 de julio, han estado en el centro de atención de todos los medios del mundo. Una abrumadora masa de información se ha derramado sobre la opinión pública.

Carlos Vidales*

Sintomáticamente, la mayor parte de ese bombardeo informativo cubre datos sobre el asesino, las víctimas, las circunstancias y secuencias de la tragedia, en fin, todos los detalles concretos de los acontecimientos, pero muy poco tiempo y espacio se ha dedicado a la discusión de las causas profundas de este crimen o a la indagación del contexto social y político en que tuvo lugar.

El resultado ha sido lo que algún periodista llamó recientemente el “efecto de infoxicación”, es decir, un efecto de desorientación y confusión provocado por el exceso de datos circunstanciales y la casi total ausencia de interpretación.

La televisión, a través de los telediarios principalmente, ha jugado en este proceso un papel decisivo. Ella ha cumplido con exactitud esa función que Ignacio Ramonet, en su último libro “La explosión del periodismo” denuncia con tanta claridad: el telediario se ha convertido en un medio de distracción, que debe alejar, distraer la atención del ciudadano, apartarla de lo importante y ponerla en contacto con lo superficial, lo frívolo, el detalle morboso o espectacular, lo que en última instancia es superfluo a la hora de comprender el sentido profundo de los acontecimientos.

Ya no recibimos información verdadera; recibimos infodistracción,infoentretenimiento.

De este modo ha sido posible infundir en la opinión pública la creencia de que la horrible matanza de Utoya es un hecho aislado, producto de la acción individual de un “loco suelto”, es decir, un crimen ajeno a todo contexto político o social.

Pero la realidad es otra: el asesino publicó en internet, unas horas antes del crimen, un extenso manifiesto de 1.500 páginas, en el que repite obsesivamente su rechazo a la política “multicultural” de liberales, socialistas y comunistas, y su llamado a la lucha contra la creciente “islamización” de la sociedad europea.

Utiliza las mismas palabras, las mismas expresiones y los mismos argumentos de los partidos neofascistas que, cubiertos bajo disfraces populistas, avanzan y crecen en Noruega (segundo partido del país con el 23% de los votos), Dinamarca (donde gobiernan), Suecia (donde han logrado escaños en el parlamento), Holanda, Bélgica y otros.

Y los argumentos del asesino son recogidos y apoyados por políticos establecidos. La canciller alemana, Merkel, el presidente francés, Sarkozy, el primer ministro italiano, Berlusconi y el primer ministro británico, Cameron, ya dijeron hace tiempo que “el multiculturalismo ha fracasado”.

En Suecia, Erik Hellsborn, uno de los líderes del partido de Los demócratas Suecos (Sverigedemokraterna) escribe en su blog: “La masacre en Noruega puede ser el peor hecho de violencia en Escandinavia desde la Segunda Guerra Mundial, pero no es ningún relámpago caído del límpido cielo.

Esto es lo que hace el multiculturalismo, que crea conflictos entre las personas, conduce al odio, a la violencia y a una brutalización general de la sociedad”.

Confrontado con la opinión pública, Hellsborn matiza su posición, pero eso no impide que en la página oficial de los Sverigedemokraterna se repita el llamamiento a luchar contra la multiculturalidad y la “islamización de Suecia”.

Y los mismos argumentos pueden encontrarse en todas las páginas oficiales de todos partidos neofascistas europeos, hoy en ascenso.

El multiculturalismo, alguna vez apoyado por los neoliberales para embellecer su política de globalización, se vuelve ahora contra las metrópolis europeas, atrapadas en la paradoja de presentarse como las campeonas de la libertad y, al mismo tiempo, cerrar los diques a la oleada migratoria de los países “periféricos”.

La nueva conquista del mundo, con la inevitable consecuencia de invasiones, intervenciones, alianzas militares y guerras “civilizadoras” o “democráticas” ha conducido a un estado de guerra permanente sustentado en los parámetros de una nueva guerra fría: la confrontación entre el Cristianismo y el Islam.

Paralelamente se fortalece la universalización de los métodos del terrorismo de estado porque, como consecuencia de lo anterior, la “seguridad” ya no es asunto de cada potencia en particular, sino de la Cruzada Globalizadora en general.

Por eso se paralizan vuelos de aviones, sin importar en qué territorio, se detiene a miles y miles de personas en cualquier rincón del planeta y se las encierra en centenares de campos de concentración clandestinos al estilo Guantánamo regados por todo el mundo. O, para no ir más lejos, se “activa” una orden de captura de la Interpol contra un viajero, se obliga a un gobierno a detener ilegalmente a ese señor, sin cumplir con los requisitos legales, y se entrega al capturado al estado que lo ha perseguido, violando todas las normas del derecho de asilo. No son actos aislados: es el proceso de globalización planetaria de la represión.

Dentro de este marco, como las personas y los pueblos no son muñecos pasivos, crecen los movimientos de protesta, las movilizaciones, pero también las fuerzas del racismo, la discriminación, el odio entre pueblos y el temor al “otro”.

Los grandes medios de comunicación alientan esto último, a veces simplemente porque los periodistas reciben cheques de organizaciones secretas de los estados y multinacionales y, a veces, porque se ha llevado a la opinión pública a un estado de estrés cultural y siempre se vende más y mejor la noticia que difunde el miedo y el odio cultural que cualquier otra noticia. El mundo se polariza y se crean estados de ánimo de las culturas.

En 1929 escribió Freud un trabajo herético “El malestar en la cultura”. En él planteó que la insatisfacción del individuo ante la cultura se debe a que esta reprime sus impulsos agresivos. De entonces a hoy, el sistema de poder ha aprendido a reorientar, fortalecer y encauzar los impulsos agresivos del individuo, remplazando el malestar en la cultura por la cultura del malestar.

En este ambiente se nutren y proliferan los extremismos raciales y culturales de uno o de otro color. Hay, como resultado de la crisis económica “global” (en realidad, crisis de las metrópolis), millones y millones de desocupados y desempleados deambulan por Europa y constituyen un excelente caldo de cultivo para alimentar el odio contra los africanos, contra los árabes, contra los de piel oscura, contra los inmigrantes de todos los colores.

Los políticos y banqueros responsables de la crisis e incapaces de resolver los problemas que ellos mismos han creado, alientan y estimulan esta xenofobia, como lo hicieron ya en vísperas de las dos grandes guerras mundiales.

En ese contexto nacen y crecen y mastican sus resentimientos los seres inferiores, frustrados, “solitarios”, rumiando proyectos ”heroicos” como atentados, asesinatos, sabotajes, contra los grupos que ellos consideran “culpables” de su situación de inferioridad.

El ciclo se ha cerrado: los medios de comunicación y los detentadores del poder han levantado las banderas del recelo cultural y el último estrato de la basura social ha recogido las banderas y ha pasado a la acción. Como diría Jesús, un judío en cuyo nombre actúan los nazis, los arios puros, los enemigos de la multiculturalidad: “todo está consumado”.

Como las masacres de Colombia, de Ruanda, de Sudán, este crimen es obra del sistema. Su importancia no radica en el número de muertos ni en su localización geográfica. Su verdadera importancia consiste en que pone al desnudo la estrategia de los detentadores del poder económico, los nuevos “Cruzados de la civilización”. En ancas del odio que ellos siembran todos los días, odio multicultural, cabalgan las fuerzas organizadas que realizan las “invasiones democráticas” y los “bombardeos humanitarios”, y también cabalgan los espontáneos, los impacientes, los megalómanos imbéciles, ejecutores de los actos de terrorismo “individuales”.

Así pues, el masacrador de Oslo no actuó solo. Él ha sido simplemente el instrumento sicópata del sistema.

Los autores intelectuales, los instigadores de la masacre, son los estadistas, los grandes consorcios de la comunicación y los políticos que ya llevan décadas sembrando el recelo y el odio, preparando nuevas y más crueles “guerras de civilización” en aras de la codicia.

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* Carlos Vidales

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Massacre in Norway: the culture of discontent

JULY 31, 2011 2:00 PM 1 COMMENT

http://www.theprisma.co.uk/2011/07/31/massacre-in-norway-the-culture-of-discontent/

The attack in the centre of Oslo and the subsequent massacre of adolescents on the island of Utoya, carried out by a Norwegain neo-fascist on July 22nd , has been the centre of media attention around the world. An overwhelming amount of information has poured out over public opinion.

Carlos Vidales

Typically, most of this informational bombardment concerns facts about the killer, the victims, the circumstances and the sequence of events of the tragedy, in other words, all the concrete details of what happened; but very little space and time has been spent on discussion of the deeper causes of this crime, or investigation of the social and political context in which it took place.

The result has been what one journalist recently called the infotoxication effect , in other words an effect of disorientation and confusion caused by the excess of circumstantial details and an almost complete absence of interpretation.

Television, principally through daily news programmes, has played a decisive role in this. It has fulfilled exactly the function that Ignacio Ramonet, in his latest book “The Explosion of Journalism”, exposed so clearly: the TV news programme has turned into a means of distraction, which has to divert and distract people’s attention, taking it away from what is important and putting it in contact with what is trivial or frivolous, the morbid or spectacular details, which in the end are irrelevant to understanding the deeper meaning of events.

We don’t get true information, what we get is infodistraction and infotainment.

In this way it has been possible to infuse public opinion with the idea that the horrible massacre of Utoya is an isolated event, the product of the individual action of an ‘odd loner’, in other words a crime outside of any political or social context.

But the reality is different: the killer published on the internet, a few hours before the massacre, a 1500-page manifesto, in which he repeats obsessively his rejection of the ‘multicultural’ politics of liberals, socialists and communists, and his call for a struggle against a growing ‘Islamization’ of European society.

He uses the same words, the same expressions , and the same arguments as the neo-fascist parties that under populist disguises, are advancing and growing in Norway (2nd party of the country with 23% of the vote), Denmark (where they are the Government), Sweden, (where they have gained seats in parliamant), Holland, Belgium and others.

And the arguments of the killer are taken up and supported by mainstream politicians. The German Chancellor, Merkel, the French President, Sarkozy, the Italian Prime Minister, Berlusconi, and the British Prime Minister, Cameron, have all said some time ago, that “multiculturalism has failed”.

In Sweden, Erik Hellsborn, one of the leaders of the Swedish Democratic party (Sverigedemokraterna), wrote in his blog: “ The massacre in Norway may be the worst incident of violence in Scandinavia since the Second World War, but it is not a bolt of lightning that fell from a clear sky.

This is what multiculturalism causes, which creates conflicts between people, and leads to hatred, violence and a general brutalization of society”.

When confronted with public reaction, Hellsborn softened his position, but that didn’t prevent the official webpage of Sverigedemokraterna repeating the call to fight against multiculturalism and the ‘Islamization of Sweden’.

And the same arguments can be found on all the official webpages of European neo-fascist parties, which are on the rise today.

Multiculturalism, once supported by the neo-liberals to give a more attractive appearance to their policy of globalization, now turns back against the big European cities, trapped in the paradox of presenting themselves as champions of liberty, while at the same time, raising the floodgates against a wave of immigration from the countries ‘on the periphery’.

The new conquest of the world, with the inevitable consequence of invasions, military interventions and alliances, and ‘civilizing’ or ‘democratic’ wars, has lead to a state of permanent war, maintained according to the parameters of a new cold war: the confrontation between Christianity and Islam.

At the same time the universalization of the methods of state terrorism are reinforced, because as a consequence of the former, ‘security’ is no longer a matter for each individual country, but for the Globalizing Crusade in general.

In its name no-fly zones are imposed in no matter what country, thousands of people are detained in whatever corner of the planet, and locked up in hundreds of secret concentration camps, Guantanamo style, scattered around the world. Or, without going further, if an Interpol arrest warrant is ‘activated’ against a traveller it obliges a government to detain this person, without meeting legal requirements, and to deliver the arrested person to the state that is pursuing him, in violation of all the norms of the right to asylum. These are not isolated acts: this is the process of the globalization of repression.

Within the same framework, since people are not passive puppets, protest movements and mobilizations grow, but so do the forces of racism, discrimination, hate between peoples and the fear of the Other.

The mass communication media feed the latter, sometimes simply because journalists receive payments from secret organizations of the state, or of multinational companies, and sometimes because public opinion has been brought to a state of cultural stress, and news which spreads cultural hate and fear always sells better than any other material. The world is polarized and cultural mindsets are created.

In 1929 Freud wrote a heretical work “Civilization and its discontents”. In this book he suggested that the dissatisfaction of the individual with civilized culture, is due to its repression of his aggressive impulses. Between then and now the ploitical power structure has learned to re-orient, strengthen and channel the aggressive instincts of the individual, replacing discontent with culture by the Culture of Discontent.

In this environment racial and cultural extremisms of all shades feed and proliferate. There are, as a result of the global economic crisis (in reality a crisis of the metropolises), millions of unemployed, and people without work wander across Europe and constitute an excellent culture medium for feeding hatred against Africans, Arabs, people with dark skin, and against immigrants of all colours.

The politicians and bankers who caused the crisis and are incapable of solving the problems they have created, feed and stimulate this xenophobia, in the same way they did on the eves of the two world wars.

In this context the excluded peoples, frustrated, alone, give birth to, nurture and chew over their resentments, plotting ‘heroic’ projects like bombings, assassinations, sabotages , against the groups that they consider responsible for their inferior situation. The cycle is complete: the mass media and those who hold the power have raised the banner of cultural fear, and the lowest layer of social rubbish has picked them up and begun to take action. As Jesus would say, a Jew in whose name the Nazis acted, the pure Aryans, the enemies of multiculturalism: “everything has been accomplished”.

Like the massacres in Colombia, Ruanda, Sudan, this crime is a product of the system. Its importance doesn’t lie in the number of dead, nor in where it happened. Its true importance is in uncovering the strategy of those in control of economic power, the new Crusaders of Civilization. On the back of the multicultural hate that they sow every day, ride the organized forces that carry out the ‘democratic invasions’ and the ‘humanitarian bombardments’; and also ride the impulsive, the impatients, the megalomaniacal imbeciles, those who carry out acts of ‘individual’ terrorism.

So the Oslo killer did not act alone. He has simply been the instrument of the psychopathy of the system.

The intellectual authors, the instigators of the massacre, are the statesmen, the big media companies and the politicians that have already spent decades sowing fear and hate, preparing new and more cruel ‘wars of civilization’ in the service of greed.

(Translated by Graham Douglas – Email: ondastropicais@yahoo.co.uk)

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