domingo, 24 de agosto de 2008

LAS OLIMPÍADAS SINGULARIDAD DE LAS NACIONES

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LAS OLIMPÍADAS
SINGULARIDAD DE LAS NACIONES
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Efer Arocha
Escritor. arocha.efer@wanadoo.fr
París, 20 de agosto de 2008
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El término Olimpíadas se origina en la ciudad griega de Olimpia, desde antes de nuestro calendario. En su significación actual comunica una idea general de encuentro, cuya finalidad es la emulación para hallar la calidad mediante la competencia delimitada en un espacio concreto, y en un tiempo específico, en la cual el sujeto[1] no se expresa en su unicidad sino que su existencia la determina la cantidad. Su modo de ser está en la multitud en acción, donde el enfrentamiento es la consecuencia de la acción razonada; es decir, la racionalización de la idea que le abre la vía a lo particular. Lo particular por una parte reafirma lo general, y por la otra envía a lo singular. En la presente fenomenología, lo particular resulta ser el deporte, y lo singular los participantes. Estos últimos no como individuos, sino como unidades genéricas que logran su concritud a través de lo simbólico y del concepto que expresa los contenidos de nación, para poder fundirse en una unidad.

Tenemos entonces que estamos frente a la singularidad de la acción como alternativa fiable y segura para develar la noción de contenidos cualificativos que no tienen otra finalidad distinta al de alcanzar el resultado para establecer la diferencia, y mediante ésta conquistar la afirmación singularizante.

Para descubrir la esencia de lo afirmativo, resulta obligatorio hacer mínimas consideraciones. El deporte como lo entendemos hoy, es una actividad muy reciente, no va más allá de los siglos XVIII y XIX. Empezando porque el término es un anglicismo que la nobleza inglesa usaba para designar sus agradables momentos de distracción, en este espacio lo lúdico tenía ya una de las funciones principales. El acto de jugar es el que abre las puertas al placer, en consecuencia en el plano de lo cognitivo, la acción deportiva es la realización del placer del sujeto en tanto que unidad aislada, única y autosuficiente. Aquí estamos frente al individuo en el parasí. Significa que la finalidad fundamental del deporte es la recreación del sujeto para realizarse en su interioridad. Sin embargo, el individuo en el parasí, no se origina en el seno de la nobleza inglesa, sino en el individuo en el ensí de la historia, en esa capacidad intrínseca que el sujeto tiene para jugar. Es por esto que todas las culturas de la antigüedad, tales como la japonesa, árabe, indú, egipcia entre otras, practicaban una forma de deporte de acuerdo con sus valores culturales y niveles de desarrollo material. Culturas que nos han dejado mínimos elementos para afirmar desde la perspectiva del placer, que existió el individuo en el plano del ensí placentero; es decir, poseían una capacidad deportiva. Otras consideraciones son el producto de la hipótesis, pero no de la prueba.

De los dos anteriores señalamientos podemos colegir que el deporte es por esencia una manifestación del placer del sujeto que lo practica, que desde luego es una conclusión parcial. Si nos limitáramos sólo a ella, sería una conclusión reducionista. Desde la misma antigüedad encontramos que la acción lúdica presenta otros contenidos. En la décima quinta Olimpíada, llevada a efecto en el 720 antes de nuestra era, los espartanos ganaron los juegos por primera vez, con una representación conformada por hombres y mujeres. En algunas de las competencias participaban desnudos, con la finalidad de exhibir todas las cualidades de sus cuerpos, entre las que se destacaba el vigor de los músculos. Lo anterior no sería más que una anécdota de la historia de las Olimpíadas, si no fuera porque el músculo al descubierto tiene una simbología mucho más profunda. Espartanos y atenienses tenían distinto modelo de organización social. Es suficiente con señalar, que mientras las espartanas participaban en las Olimpíadas, a las atenienses les estaba prohibido hacerlo, inclusive mirarlas. Tres siglos más tarde Pericles diría sobre el mismo tema: “los espartanos nos exhiben sus músculos en advertencia de guerra, mientras que nosotros competimos con el objeto de prepararnos para el ejercicio de la democracia” El anterior hecho nos devela con claridad que una cosa es el deporte por el deporte, manifestación que sólo la puede realizar el sujeto, y otra muy distinta, el deporte en grupo cuyo objetivo fundamental es la competencia. Constituido este en representación de un país que busca lograr la afirmación.

Retomando lo actual, lo que denominamos modernidad, no es cosa distinta al fenómeno de civilización que cada vez se distancia más del ser[2] donde el sujeto recrea la naturaleza para recrearse asimismo. Uno de los efectos de esta recreación es su desanimalización que se manifiesta de muchas maneras. Una de ellas está en el fenómeno de quietud. Mientras que el hombre primitivo del día a la noche estaba en constante movimiento, fuera por desplazamiento o por trabajo, el hombre contemporáneo en su cotidianidad escasamente camina con esfuerzo de su voluntad; testimonio de ello son los ascensores y las escaleras automáticas. Como podemos analizar, la quietud le hace perder esencia, en razón de que desaparece una de sus cualidades primigenias, el movimiento físico, como una de las formas de existir del cuerpo. La acción del cuerpo era una manifestación connatural; significaba que lo lúdico-físico expresaba su calidad; calidad que ya no existe. En su reemplazo el movimiento del cambio establece ahora la necesidad. Necesidad de animalizarse para reestablecer una armonía entre el individuo y la naturaleza volviendo a ella. Con lo anterior se demuestra claramente el principio de necesidad deportiva en su expresión moderna.

En la sociedad actual el deporte es uno de sus elementos constituyente, significa que ella sólo puede ser sociedad plena en la medida que es deportista. Por esto, una entidad[3] humana es inconcebible al margen de alguna manifestación deportiva. El deporte se convierte entonces en una columna fundadora que le establece espacio y tiempo de existencia al conformarse como constituyente identitario. En el plano de la identidad es donde surge la necesidad de la afirmación razonada, por el lugar que ocupe en la escala de los valores deportivos en un tiempo significativo.

Todo el análisis precedente tenía como finalidad desentrañar dos elementos capitales, que al señalarlos aparecen como obvios al sentido común. El deporte como necesidad individual, y como necesidad social. Las dos categorías establecen una fenomenología de interrelación. Desde la perspectiva de la cognición, significa que el deporte para que pueda serlo, está en el uno y en el otro. Por una parte es individuo y por la otra es sociedad.

En cuanto al primer caso como lo demostramos en parágrafos anteriores, para que el individuo pueda realizarse como verdadero sujeto deportivo, sólo le es posible si el deporte se realiza en el parasí, hecho que se logra mediante la armonía entre sujeto y ser. La armonía le garantiza la realización del placer. Pero ¿qué sucede?. El hombre postmoderno, como aclaramos en el texto, no tiene acceso al placer, él accede al deporte por la vía del displacer, forzado por dos necesidades: por salud corporal en busca de la cura, y por estética, huyendo de la forma de barril para alcanzar la belleza de las formas, garantía de la buena presentación de su cuerpo. Es el precio que paga por haber perdido su valor primigenio de animalidad. Una tercera categoría entra en escena consecuencia de la interrelación, - sujeto-sociedad -.
Lo social-deportivo es un todo que no es asible. En tanto que categoría general, se materializa a través de la competencia. Para que la competencia pueda realizarse es necesario que se den varias condiciones, nos detendremos mínimamente en algunas indispensables para el análisis.

La competencia se sustenta en el individuo no como tal, sino en referencia a otras unidades o grupos, donde el sujeto desaparece como unidad, cesa su individualidad para convertirse en tanto que unidad, en una unidad referencial. Unidad que sólo puede tener existencia frente a otras unidades referenciales, sean éstas individuos o grupos. Lo referencial crea un espacio y un tiempo que le es característico, es el que le abre cabida a lo social-deportivo. Lo social-deportivo, no obstante de ser una noción general, tiene aprehensibilidad e inaprehensibilidad, que es la que le permite su existencia general. Siendo por una parte inaprehensibilidad, pero por la otra es concritud. Esta última categoría la encontramos en el resultado. Sin el resultado la competencia carece de sentido, deja de ser, en razón de que el resultado es la esencia de la competencia, porque él es la medida de la calidad del encuentro, la que en términos categoriales es lo singural-deportivo-social, enunciada en el título del presente trabajo.

El resultado es por lo tanto el objeto de la competencia, su cima, el fin último, en el resultado se funde el deporte, es su manera de ser. En esta condición condensa la subjetividad y la objetividad de la acción deportiva, tanto en lo individual como en lo social. En lo que concierne a lo individual en el campo de lo subjetivo es ilusión, deseo y sueño que funden el motor del individuo en el desempeño de la competencia. En cuanto a lo objetivo, empieza por anular o afirmar al sujeto participante. En la fenomenología de la afirmación, el resultado se manifiesta como una accesibilidad. Quien no accede, no sólo es anulado sino destruido, porque cesa de ser un elemento constituyente del a acción deportiva. Por el contrario, quien accede, sigue un proceso cualificador donde lo social le presenta una vía objetiva y otra subjetiva. En cuanto a la primera, ésta le abre las puertas del beneficio económico, convirtiéndolo en profesional del deporte con usufructuación de adehalas, las que en la mayoría de las veces alcanza el nivel de riqueza, y en lo que concierne a la segunda, es lo que el lenguaje popular denomina la gloria.

En el plano de lo social, en relación con lo subjetivo, la competencia es para la cantidad el delirio de su transposición. La acción deportiva es el espejo de la muchedumbre, cada espectador es a su vez un competidor a través de su anhelo y del deseo, los cuales lo funden en el seno de la competencia, convirtiéndolo en un deportista imaginario que lleva a cuestas la ansiedad de victoria. Su cuerpo deja de ser real para transfigurarse, trasmutándose en el participante real de sus preferencias; hecho que produce la enajenación positiva, a causa de que el espectador al participar desanuda sus fuerzas interiores para liberarlas. En cuanto a lo objetivo lo encontramos partiendo de lo subjetivo, en la realización de su delirio; unas veces como alegría y otras como pesar. En el momento en que escribo esto, acaba de suceder en las Olimpíadas un ejemplo ilustrativo. Liu Xiang, héroe del atletismo de China y medalla de oro segura para su país, en el momento de iniciar la competencia de eliminación de los 110 metros con vallas, tuvo que abandonar por lesión. El suceso produjo estupor y un dolor tan intenso que el estadio quedó semivacío pocos minutos después. Es por esto que la multitud encuentra en la competencia su continuación, porque ella es al causa de la acción deportiva. Turbamulta y competencia se funden en una sola unidad de opuestos para dar lugar a una nueva fenomenología, la del espectáculo. Tiene poco interés aquí si éste se realiza en una calle, estadio o en la televisión. Lo trascendente es que el espectador participa con sus gritos, aplausos, desaprobaciones, decepciones, pesares, iras o con actos trasgresores en relación con el dictamen del resultado.

El deporte al ser una de las principales actividades de lo social, es la síntesis de la cantidad en la cual se desarrolla. Cuando la competencia alcanza niveles de trascendencia significativa, emerge una nueva categoría; la que en principio se manifiesta como identidad razonada, para luego mediante la emulación concretizar la singularidad. La singularidad en este tipo de acción deportiva funde un conjunto de valores que muestran la calidad del participante, que en este caso no es propiamente el individuo. El competidor es apenas el instrumento de la cantidad hecha síntesis. Lo decisivo, es la representación que se comporta como lo que es, una unidad que resulta identificante e identificadora, por sus contenidos cualificativos y simbólicos.
La unicidad es singularidad que se desentraña en el acto simbólico. El símbolo lo rebasa todo. Él lacra el momento dramático e inexorable, el instante cuando la ilusión y el sueño de la representación se convierten en realidad. Momento en que la muchedumbre ruge y el suelo de la nación se estremece al oír las notas del himno y mirar en forma presencial o en la televisión, como sube lento el pabellón nacional en confirmación de la victoria que refrenda la pertenencia, la que luego asciende a lo universal como registro de memoria; es el caso que acaba de suceder en este instante en las Olimpíadas de Pekin, Usain Bolt, el hombre más veloz de los 100 metros, termina de convertirse en el rayo de los 200 haciendo historia, que es gloria para la tierra jamaiquina.
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[1] Sujeto: término filosófico que alude al individuo o al género en su condición de especie.
[2] Ser: término de la filosofía para hacer alusión a la naturaleza en su expresión de finitud e infinitud.
[3] Entidad: aquí es una noción gnoseológica que contiene significantes que envían al concepto de país o región, que abarca contenidos que rebasan lo geográfico
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OTROS TEXTOS RELACIONADOS:
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El Tiempo. com Agosto 20. 2008
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. Amantes de la cultura sin barreras, del deporte, obra de belleza, disciplina y fuerza, hemos gozado ya por varios días del mayor encuentro mundial que concentra a millones de ojos frente a la pantalla plana. El pueblo chino ha deslumbrado por su amor a la obra cultural de los ancestros, como el papel, la escritura, las figuras de color, la danza. Ha mostrado al universo gran despliegue de su gente para que, reunida, diga cómo se construye en paz un proyecto tal y cómo se convierte al mundo en un sueño a pleno día.

La localía, es cierto, da seguridad y hace elevar su orgullo nacional. Pero no han puesto sus miras en la buena voluntad de los jueces hacia ellos. Han preparado escenarios, entrenadores, atletas, medios tecnológicos y de comunicación que muestran sin avaricia la grandeza de su presente. Se pusieron metas muy altas cuando se postularon para realizar esta Olimpíada y día a día han ido dando sorpresas en organización, seguridad y frutos deportivos. Hoy, en menos de una semana, contabilizan la difícil suma de 13 medallas de oro, seis más que su cercano contendor.
El pueblo chino, el del modelo obsoleto de la Revolución en marcha y del discurso maoísta, ha demostrado al mundo que al dejar la guerra fría, las consignas políticas de libros, la pobreza ha cedido y hay una nueva cara con un Destino claro para los 1500 millones de seres que pueblan su extenso territorio. La televisión nos muestra las mismas calles luminosas, sus monumentos intactos, la pujanza industrial y la alegría de los rostros que compiten con la elegancia de quien se sabe responsable en la misión confiada.

Hace una escasa década China era un pueblo con el lastre de las alianzas con el marxismo que a nada condujeron. La mujer, al igual que el hombre, vestía uniformada de gorra y overol y su símbolo era el retrato del gordo militar con sobresaliente diente. Hoy las cosas han cambiado y en todos los países, ojos de mirada oblicua y sus productos, han llenado tiendas y vitrinas con textiles, repuestos, carros y quincallas pintorescas. Su cultura ha sufrido con lujo la moda de la modernidad. Fabrica baratijas, pero también produce, software, hardware, máquinas robots, y dejó atrás la maquila burda. Cambió la imagen de calles peligrosas y caletas con ventas de opio por hombres de negocio que cruzan los océanos y colonizan con zapatos nuevos los mercados de Occidente.

Del inofensivo y medroso hombrecillo de saltarín andar y de sandalias y la mujer de kimono amarillo con flores rojas y sombrero de alas de bambú, han pasado al comerciante y ejecutivo de negocios que colman capitales, trenes, aviones y hoteles ofreciendo la industria inalcanzable que viene en barcos y containers a llenar cuantas bodegas y zonas francas estén abiertas. Ya no se identifica con el risueño acento del aloz y el tligo. El gutural acento mandarín lleno de sh, w, y, ng, y los caracteres chinos invaden TV, metro y Transmilenio, con anuncios, propagandas y marquillas en almacenes de suburbio y de cadena.

¿Hasta dónde y a qué profundidad llegarán estos personajes venidos de Shanghai o de Beijing vestidos de bluyín, camiseta, con celular de última generación y productos enlatados traídos desde allá? Ningún locutor ha dado la voz de alarma como aquella de la radio en época lejana: "llegaron los extraterrestres y nos tienen invadidos" con medallas, pitillos y dragones de ojos rojos, pies humanos, faldas de serpiente y cuerpo danzarín.

PD : China no tenía necesidad de inflar sus datos de entrada a los escenarios, ni de falsificar la apariencia de la cara y de la voz de la niñ(o-a) que entonó el Himno Nacional ni de simular los fuegos artificiales y las imágenes en la ceremonia inaugural. Sabemos que hoy existen técnicas valederas para maquillar y producir efectos audiovisuales. En esa materia China pudo haber obviado los comentarios denigrantes, respetando la verdad ante el público, con una sencilla explicación en su momento. Nada hubiera, entonces, empañado el espectáculo. Parece que eso ya es costumbre que recorre todo el planeta, desde Colombia hasta la China. Que no vengan ahora a hacer suponer los periodistas que sólo en Beijing aparecen tales engaños.
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De Pistorius a Usain Bolt
Por: Julio César Londoño
EL ESPECTADOR, Opinión, 23 Ago 2008
http://www.elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/julio-cesar-londono/columna-de-pistorius-usain-bolt
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ME QUEDÉ CON LAS GANAS DE VER a Pistorius en la final de los 400 metros planos en Pekín. Primero, los tribunales decidieron que el hecho de ser mocho de ambas piernas le confería ventajas sobre los bípedos corrientes; que las platinas en forma de eles curvas de carbono que se amarra en los muñones le daban una elasticidad ilegal y endemoniada.
Pistorius apeló la decisión y ganó, pero al final le faltaron ocho décimas de segundo para clasificar a los Olímpicos. No importa, querido Pistorius, no estarás en el podio, pero te ganaste un lugar en los corazones de millones de aficionados y demostraste lo que la historia recordará como "la paradoja Pistorius": el material de las piernas es una variable irrelevante en atletismo.
A propósito: así como tenemos un vocablo preciso para el mocho de una mano, "manco", ¿por qué no hay una palabra específica para el mocho de una pierna? ¿Es mocho el español? Propongo, mientras lo averiguamos, la inclusión del sustantivo "panco" en la próxima edición del diccionario de la lengua.
En lugar de Pistorius vimos en Pekín una exhalación negra, un guepardo jamaiquino, un allegro del músculo llamado Usain Bolt, el hombre que paró los cronómetros en 9.69 segundos en la prueba de los cien metros planos, tres centésimas por debajo de la plusmarca mundial (también suya), nueve menos que el registro de Tim Montgomery en el 2002, diez menos que Maurice Green y Ben Johnson (Seúl, 1988), el primer terrícola que bajó de los 9.8, aunque su marca no fue homologada porque los jueces hallaron trazas de una sustancia rápida en su cuerpo.
Al segundo, Richard Thomson, Bolt le sacó 20 centésimas, que en cien metros equivale a unos 20 años (los velocistas apenas logran limarle al cronómetro una centésima de segundo al año).
El miércoles Bolt volvió a asombrar al mundo al ganar los 200 metros en 19.30 segundos, rompiendo de paso la marca que ostentaba hace 12 años Michael Johnson, 9.32, un registro que se consideraba ya el tope humano para la distancia, un guarismo imbatible por nadie y menos por un sujeto tan alto como Bolt (varias bibliotecas sobre el "biotipo del velocista" fueron a dar a la basura el jueves). Con esta actuación, Usain Bolt se convirtió en el primer atleta que gana los 100 y los 200 metros con marcas mundiales, algo que no había logrado ni siquiera el mejor atleta de la historia, Carl Lewis, "el hijo del viento".
Al segundo le sacó 56 centésimas, unos seis metros u 8.4 eternidades, una ventaja que no se había visto nunca en una final olímpica de la distancia.
En los cien metros femeninos Jamaica hizo el 1-2-3, luego saltó las vallas con gracia felina y se convirtió en la reina olímpica de la velocidad. ¿Qué tiene esa isla que produce más velocistas por segundo que todas las potencias juntas? Puede ser el apoyo oficial, o el ritmo del calipso y el dance hall, o el pescado y sus salsas picantes, o la circunstancia de estar justo al frente del Paso de los Vientos, el estrecho que separa a Cuba de Haití. ¿Por qué los cien metros planos son la prueba reina del atletismo, la que más expectativas despierta y más titulares acapara? ¿Por qué una medalla de oro en esta prueba equivale a siete medallas doradas en natación? ¿Por qué nos importan más sus centésimas que las décimas de las otras distancias, que los centímetros de los saltos, los kilogramos de los pesistas y la destreza de los gimnastas? Nadie ha podido explicarlo. Tal vez tenga que ver con el hecho de que la velocidad resume de manera perfecta el espíritu de nuestro tiempo, nuestra loca premura.
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Actualizó: NTC … / gra , Ago. 24, 2008 , 6:43 AM. ntcgra@gmail.com

lunes, 18 de agosto de 2008

¿Agoniza Macondo? ¿Y a qué viene todo esto?

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Portal-blog complementario a NTC ...
Cali, Colombia.
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"¿ El realismo mágico agoniza?".
"Dan los Santos Óleos" a Macondo. ¿Qué tan importante es García Márquez? ¿ Repite Gabo la misma fórmula? ¿Y a qué viene todo esto? ¿Mejor un realismo macarrónico que el realismo mágico? ¿…?
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*** De: Carlos Vidales ( carlos@bredband.net )
http://www.blogger.com/profile/03952088316212273111 y http://hem.bredband.net/rivvid/
Enviado: Estocolmo, domingo, 24 de agosto de 2008 03:16:08 p.m.
Para: NTC ... diálogos ( ntc.dialogos@gmail.com )
¿Agoniza Macondo? ¿Y a qué viene todo esto?
http://ntc-documentos.blogspot.com/2008_08_18_archive.html
Ese diálogo está más enredado que un abrazo entre ocho pulpos. Lo que sí parece claro es que un señor se emberracó (¿será enverracó?) porque otros señores dijeron sus opiniones propias sobre don Gabito. Y eso no se perdona.

Pero, hablando francamente, no le veo mucho nivel a este asunto. Conozco pocos estudios colombianos sobre, por ejemplo, los personajes de "Cien Años de Soledad", o sobre las técnicas de anticipación en la narrativa de don Gabito, o sobre el artilugio de contar primero todo el cuento y luego narrarlo minuciosamente de modo que el lector quede atrapado irremisiblemente en la lectura, o sobre los orígenes medievales de este artilugio, o sobre la artesanía de convertir la tradición oral en literatura de alto vuelo, o sobre los orígenes sumerios de esta artesanía (ya presente en la épica de Gilgamesh*), o sobre las técnicas de dejar cabos sueltos y luego anudarlos en orden correcto sin que el lector se percate de la maniobra, o sobre la polifonía implícita en una sola voz narrativa (misterio más profundo que el de la Santísima Trinidad), o sobre cualquiera de las quince mil cuestiones teóricas importantes planteadas por la maestría narrativa de don Gabito. Lo que sí hay -y demasiado- en la "crítica" colombiana, es la disputa que se entabla indefectiblemente para definir cual es más "baboso" y cuál es más "cretino". Pobre Colombia, estás en la olla.

No sé si alguno de los señores involucrados en la actual trifulca ha dicho que "el realismo mágico agoniza", o algo parecido. Si alguien lo ha dicho, pues tiene el derecho de decirlo porque es su opinión, y ya está. Ahora, si alguien cree que el famoso "realismo mágico" es un invento moderno, pues también tiene el derecho de creerlo aunque esté equivocado. "Realismo mágico" hay en la Biblia, con todas las cosas mágicas que hizo Moisés; "realismo mágico" es quemar gente en la hoguera por el delito de no creer en milagros o en los cuentos de la Biblia; "realismo mágico" es toda la épica de Gilgamesh*, escrita an tablillas de cerámica hace 4.700 años y hasta ahora no leída por ninguno de mis compatriotas, que yo sepa; "realismo mágico" son la Ilíada y la Odisea, que hace 2.500 años andan por el mundo y todavía no dan señales de agonizar; "realismo mágico" es Don Quijote de la Mancha; etcétera y etcétera y etcétera.

"Realismo mágico" es, en suma, el eterno juego dinámico entre lo real y lo imaginario, entre lo lógico y lo fantástico, entre la percepción y la invención. Se podrá decir que el modo garcíamarquiano de manejar este juego dinámico (el "estilo") puede ser un hito en la literatura y que vendrán nuevos hitos, nuevos "modos", nuevos "estilos"; pero no creo que se pueda decir que el juego dinámico entre lo verdadero y la mágico, entre lo racional y lo mítico ya no existe, porque ese juego dinámico existirá mientras exista el animal humano con sus pasiones, sus supersticiones íntimas, sus sueños, sus utopías y sus desengaños, sus temores y sus "babosadas".
Vendrán nuevos modos de contar, con nuevos nombres. Pero el asunto será, en el fondo, el mismo que venimos repitiendo desde las aventuras de Gilgamesh*: el ser humano temblando, curioso y temeroso, en el límite entre el universo de afuera y el universo de adentro, entre lo que ve y cree entender y lo que imagina y cree soñar.

Ahora, cualquiera puede decir cualquier cosa, porque ese es un derecho que no se le debe discutir a nadie.
Pues eso y saludos muy cordiales, Carlos
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*** Algunos de estos textos se publican también en Gabriel García Márquez. Memorabilia GGM http://memorabiliaggm.blogspot.com/, blog de FERNANDO JARAMILLO
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Macondo agoniza
Por: Mario Mendoza
EL ESPECTADOR (impreso y virtual) , Agosto 24, 2008
http://www.elespectador.com/impreso/cultura/cultura/articuloimpreso-macondo-agoniza
HACE UNOS DÍAS EL COLUMNISTA Esteban Carlos Mejía, en una columna en este mismo diario ( EL Espectador, 15 Ago 2008 http://www.elespectador.com/columna-agoniza-macondo ) , arremete contra mí por unas supuestas declaraciones que di en la Semana Negra de Gijón en contra de García Márquez, arremete contra unas supuestas “babosadas” de unos gerentes “pseudoplanetarios” (refiriéndose, supongo, a Editorial Planeta, que es donde yo publico mis libros), me aconseja que no confunda la literatura con la farándula (no tengo ni idea a qué se refiere, pues una vida más monacal que la mía es difícil), y al final se despacha contra Nahum Montt, confiesa que no lo ha leído y afirma que por ahora no piensa hacerlo.
En fin, se trata de una andanada de resentimiento y odio de ésas que suelen caracterizarnos en este país, irracional, escrita sin juicio ni mesura. Vamos por partes.
Lo primero es que un columnista serio no puede escribir basado en interpretaciones de otros, de oídas, sino que tiene una obligación: asegurarse de los hechos o de la información que está manejando. Si yo he escuchado a unos gerentes comerciales recomendarles a sus escritores que digan “babosadas” con tal de vender más libros, debo denunciarlo de manera contundente en una columna. Si no lo he escuchado ni me consta, es mejor callarme la boca y no andar calumniando, ese deporte nacional que no por frecuente es menos detestable.
Durante una rueda de prensa en Gijón, Nahum y yo dijimos, con el director de la Semana Negra en la mesa, Paco Ignacio Taibo II, que nuestra admiración por García Márquez era irrestricta, que lo habíamos leído como a un clásico, como se lee a Joyce o a Hemingway, pues a mediados de los años ochenta, cuando éramos estudiantes de literatura, ya García Márquez se había ganado el Nobel y estaba consagrado. Después, durante años de vida académica, lo estudiamos, lo dictamos en la universidad y seguimos admirando la perfección de su universo narrativo.
Nahum Montt, utilizando una idea que ya había expuesto en su novela El eskimal y la mariposa, pronunció la frase “Macondo agoniza”. Se refería Nahum, y así lo expusimos a dúo, a que durante muchos años la literatura colombiana fue interpretada a partir de Macondo. Era obligatorio pasar por Macondo para poder entender qué estaba sucediendo en nuestras letras. La nueva generación, siendo tan diversa en sus propuestas, no tiene como referente a Macondo.
Y no hay que rasgarse las vestiduras: eso no es un crimen ni tiene nada de malo. Si yo quiero entrar a la obra de Franco, de Gamboa, de Abad, de Serrano, de William Ospina, de Montt, de Ricardo Silva, de Antonio García, de Vásquez o de Botero (sólo para citar a algunos), Macondo no es un buen referente. Incluso la idea es aplicable al propio Mejía, cuya novela I love you putamente no tiene conexión con la obra del caribeño.
Las nuevas dinámicas de las megalópolis contemporáneas, el surgimiento de los teléfonos celulares, la internet, el colapso de las autopistas de información, el zapping, los desastres climáticos que generan una percepción apocalíptica, la violencia del establecimiento, el consumismo enfermizo, los videojuegos, las nuevas patologías tanto físicas como psíquicas, el hundimiento de las promesas de la Modernidad, todo este nuevo universo urbano funda un referente narrativo que antes no teníamos. Y así debe ser, porque la literatura, como la vida, está en un movimiento incesante.
Y para cerrar, lamento mucho que un escritor utilice su columna de prensa para sugerirles a sus lectores que es mejor no leer a otro escritor. Hace mal Mejía en no leer a Montt, uno de los más talentosos escritores de la nueva generación, pero hace peor en descalificarlo sin leerlo. Porque esa es una apología a la ignorancia, y se supone que los espacios de prensa son otorgados para todo lo contrario.
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En este conversatorio Mendoza contestó una pregunta sobre la columna de Mejía.
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¿Qué tan importante es García Márquez?
Por: Juan Carlos Botero
EL ESPECTADOR Agosto 23 Ago 2008
http://www.elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/juan-carlos-botero/columna-tan-importante-garcia-marquez
EN ESTOS DÍAS HA RESURGIDO EL DEbate acerca de la importancia de Gabriel García Márquez. Unos aplauden sus virtudes como narrador, mientras otros lo estiman de menor aliento o cuestionan la validez de su estilo para describir nuestra realidad actual.
Mi posición al respecto es distinta, y la he expuesto antes. Mejor dicho: voy más allá. Yo sospecho que aún no hemos apreciado la verdadera dimensión de este autor, y por eso opino que García Márquez es más importante de lo que la gente piensa, y que su obra es incluso más trascendental de lo que sus defensores argumentan. En otras palabras, a mi juicio nuestro premio Nobel es tan significativo, que el auténtico tamaño de su grandeza ha tardado en llegar a nuestra comprensión, como la luz de un astro remoto que sólo hasta ahora vislumbramos con mayor claridad.
En efecto, para entender qué tan importante es García Márquez en nuestra historia, basta señalar que hacía muchos años no se escuchaba un reconocimiento mundial tan vasto y generalizado en torno a un novelista en castellano. Casi todos los escritores más famosos e importantes de Alemania, Francia, Inglaterra, India, Turquía, Egipto, Estados Unidos, Rusia, Sur África, Italia, España y tantas otras naciones (más toda América Latina) han confesado, en algún momento de su vida, lo mucho que le deben a García Márquez, lo mucho que lo respetan, y añaden que él es uno de los autores más valiosos de la literatura. Y no sólo de la literatura latinoamericana o la escrita en español. Sino de la literatura mundial.
Más aún, es difícil encontrar un ganador del Premio Nobel de Literatura que haya señalado a un novelista en castellano como uno de sus maestros de cabecera, una figura definitiva en su formación literaria. Y, si se encuentra el caso, es todavía más difícil que ese novelista de nuestra lengua reciba un segundo o un tercer reconocimiento de quienes han sido galardonados en Estocolmo. En cambio, con García Márquez sucede todo lo contrario: a partir de 1982 es difícil encontrar un premio Nobel de literatura que no se haya declarado, en algún momento de su vida, como descendiente, heredero o, al menos, admirador de este novelista colombiano. A tal punto que la ganadora del Nobel de 2007, Doris Lessing, afirmó que lo mejor de haber recibido la noticia abrumadora fue que García Márquez la llamó por teléfono para felicitarla por su triunfo.
Lo cierto, repito, es que desde hacía muchos años no se escuchaba, alrededor de un novelista en castellano, un aplauso universal tan indiscutido. Hasta se podría argumentar que esto no sucedía en nuestro idioma (con un novelista, hay que insistir) hacía más de 400 años. Aunque quizá suene excesivo, se puede decir que García Márquez es, muy probablemente, el novelista en castellano más importante después de Cervantes.
Tan pronto se pronuncia en público o en un privado una tesis de este calibre, las personas siempre titubean de desconcierto, y de inmediato, en silencio o en voz alta, emiten una objeción y proponen una larga lista de novelistas en castellano que todos admiramos sin reservas y que estimamos de una trascendencia indiscutible. El valor de cada una de estas grandes figuras es, ciertamente, imposible de refutar. Por eso no digo que García Márquez sea el único novelista relevante en nuestra lengua. Afirmo que su caso es distinto, porque ningún otro ha tenido un impacto mundial y cultural comparable. Por eso él es más grande de lo que la gente a veces sabe o recuerda, y por eso su figura es todavía más excepcional en la historia de la novelística en castellano. Y si el debate continúa, habrá que argumentarlo más a fondo la semana entrante.
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Acerca de un rumor
Por: Juan Gabriel Vásquez
EL ESPECTADOR, 22 Ago 2008 http://www.elespectador.com/literatura/columna-acerca-de-un-rumor
VOLVÍ A LEER POR ESTOS DÍAS LA ENtrevista que Ángel Gurría-Quintana le hizo, hace unos tres años, a Orhan Pamuk, y esta vez me llamó la atención una respuesta que en otras lecturas había pasado por alto. Gurría-Quintana le pregunta a Pamuk cómo escoge la forma de sus novelas, si parte de una imagen o de una primera frase, y Pamuk contesta: “No hay una fórmula constante. Pero siempre procuro no escribir dos novelas bajo la misma modalidad. Trato de cambiar todo. Es por esto que muchos de mis lectores me dicen: Me gustó esta novela suya, es una lástima que no escribiera otras como ésta. O también: Nunca había disfrutado leyendo sus novelas, hasta que escribió ésta… Y la verdad es que detesto escuchar estas cosas”.
Hay dos tipos de novelistas: por una parte, los que escriben como Pamuk, negándose de manera casi fundamentalista a hacer en un libro lo que ya hicieron en otro; y por la otra, los que encuentran en algún momento de su carrera una voz, un método que por fin les permite escribir lo que querían escribir, y se dedican durante toda su vida a hacer lo mismo pero distinto. También de esta forma se han escrito grandes libros: Javier Marías, por ejemplo, encontró un narrador cuando escribió Todas las almas, y desde entonces no ha hecho sino explorar todas las posibilidades de esa misma voz; a Fernando Vallejo le pasó lo mismo cuando escribió La virgen de los sicarios, y todas sus ficciones desde entonces son variaciones sobre el mismo método. A ninguno de los dos, creo yo, les ha pasado lo que le pasa a Pamuk: o a uno le gustan todos sus libros, o no le gusta ninguno. Es así de sencillo.
A mí, con excepciones como las mencionadas, me suelen interesar más los escritores proteicos, los que son capaces de hablar con distintas voces, de asumir distintas máscaras. Eso es lo que hizo, por ejemplo, Joseph Conrad —El agente secreto no se parece en nada a Bajo la mirada de Occidente, y Lord Jim no se parece en nada a Nostromo—, y eso es lo que hace ahora Peter Carey, que puede contar una novela con la voz de un ladrón australiano del siglo XIX y después otra con la de una mujer editora de nuestro tiempo. La literatura tiene un costado histriónico, y en todo lector hay un espectador escondido: recostarse en la butaca y ver cómo el escritor se transforma en actor es, me parece, uno de los grandes placeres de leer ficción. De la misma manera, uno de los grandes placeres de escribirla es el riesgo; y para algunos escritores, entre los que me cuento, no hay nada tan aburrido como volver a hacer lo que uno ya sabe hacer.
¿Y a qué viene todo esto? Hace unas semanas, como sabrán algunos, empezó a correr el rumor de que García Márquez había terminado una nueva novela. García Márquez es un caso curioso: durante los primeros treinta años de su carrera, no hay dos de sus novelas que se parezcan entre sí. Era un escritor atrevido, dispuesto a sorprender a sus lectores, dispuesto a correr riesgos. Pero en algún momento, quizás a comienzos de los 90, eso dejó de interesarle, y se puso a repetir la misma fórmula, como si se hubiera cansado de arriesgar. Pues bien, al contrario de Vallejo o Marías, la repetición no le sienta bien a García Márquez, que en estos años nos ha dado sus peores libros de ficción, de Doce cuentos peregrinos hasta esas Putas tristes que no deberían tener un lugar en su obra. Y sus lectores devotos nos preguntamos si García Márquez estará dispuesto a sorprendernos como antes, o si se repetirá como lo ha venido haciendo durante demasiado tiempo.
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¿Agoniza Macondo?
Por: Esteban Carlos Mejía. Rabo de paja
EL Espectador, 15 Ago 2008 http://www.elespectador.com/columna-agoniza-macondo
HACE COSA DE UN MES, EN LA XXI Semana Negra, en Gijón, España, los escritores colombianos Mario Mendoza y Nahum Montt se pusieron a despotricar contra García Márquez: "El realismo mágico agoniza" y “la fantasía, realidad e ilusión, leyenda y superstición de Gabo o lo que ellos llaman literatura ‘rural’, no convence en un país que demanda obras de denuncia social urbana y violenta”. (El Espectador, 15 de julio de 2008 http://www.elespectador.com/entretenimiento/agenda/cultura/articulo-el-realismo-magico-agoniza )*
¡Qué vaina, hombre! Estos muchachos salen al exterior y se les suben los humos. Olvidan que son escritores y se vuelven aprendices de mercadeo: repiten, como cotorras, las babosadas de los gerentes de sus editoriales seudoplanetarias.
¿Agoniza Macondo? Si el encono es por las ventas, algo accidental a la literatura, recuerden que el libro más vendido en Colombia el año pasado fue Cien años de soledad, que cumplía 40 años de rozagante salud. Si la tirria es por una pretendida insuficiencia de García Márquez para reflejar la “vida misma”, me pregunto: ¿hasta cuándo perdurará entre nosotros la manía leninista de ver a la literatura como un espejo de la realidad? Prefiero imaginarme a los escritores de ficción como lo que son en verdad, creadores, y no meros copistas del entorno, amarga tarea a la que se dedican periodistas, historiadores, antropólogos, políticos, etcétera.
Cuando leo Cien años de soledad, su texto inconsútil –sin hilvanes ni costuras, como la túnica del Nazareno– obra maravillas en mi espíritu. No quiero que se acabe la frase que estoy leyendo, a sabiendas de que tarde o temprano llegará a su fin. Quiero que sea eterno el placer que siento, y no efímero, como por desgracia es. Dejo de ser y por unos instantes caigo a plenitud en el engaño que me propone la (buena) literatura: acepto como real algo que no lo es ni lo será nunca, algo ficticio, quimérico, el mejor invento de Melquíades. Y este artificio subsistirá mientras haya lectores que prefieran el uso de la imaginación a la mísera constatación de la miseria.
¿Acaso lo mágico, lo milagroso, lo mítico, lo legendario y lo fantástico no alcanzan para recrear las pedestres circunstancias de este país? ¿Mejor un realismo macarrónico que el realismo mágico? ¡Válgame, Dios! Descalificar a García Márquez resulta tan cándido (y tan fallido) como descalificar a Tolstói, Proust o Faulkner. Tan tonto, además, como deshonrar a Orhan Pamuk porque escribe sobre la vida provinciana en Turquía (otra nación repleta de “pornografía, drogas, prostitución y bandas callejeras”) o a Antonio Lobo Antunes porque, sin cansarse ni cansarnos, nos brinda su nostálgica visión de Lisboa y Benfica o de la guerra de Angola. Cada novelista es el demiurgo de su creación. Y punto. Lo demás son habladurías de abarroteros.
Mendoza, hazme caso, no te dejes tentar por “Aquel a quien la Biblia llama Satanás, el Adversario”, como aconseja uno de los epígrafes de tu novela. Vade retro, Satán. No confundas farándula con literatura ni marketing con crítica literaria. No te dejes llevar por la soberbia ni por la puerilidad. No digas más pendejadas, Mario. Mejor relee a García Márquez. O léelo, si es que, para tu infortunio, aún no lo has hecho, como lo dan a entender tus desdichadas declaraciones.
Rabito de paja
De Nahum Montt, el otro fulano de Gijón, no he leído nada y por eso callo. A riesgo de pecar de prejuicioso, voy a demorarme en frecuentar sus páginas. Con sus disparates sobre Macondo, me sobra y basta.
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* "El realismo mágico agoniza"
EL ESPECTADOR 15 Jul 2008 - 10:20 am
http://www.elespectador.com/entretenimiento/agenda/cultura/articulo-el-realismo-magico-agoniza
Los escritores colombianos Mario Mendoza y Nahum Montt, dijeron en España que el ‘realismo mágico' de Gabo no encaja con la realidad colombiana, y que por ello, está a punto de morir.
Foto: http://s3.amazonaws.com/elespectador/files/images/1e5c7fcfdd6c8c626f44acc0cd60a0b9.jpg agencia EFE El escritor colombiano posa al finalizar su conferencia de prensa, dentro de la XXI Semana Negra de Gijón.
Imágenesrelacionadas http://s3.amazonaws.com/elespectador/files/images/68fd290f0ec03970f4a1ba40198ba712.jpg 15/07/2008 Nahum Montt
Ellos mismos se consideran los ‘nietos' de García Márquez, pero creen que la nueva narrativa de Colombia ha surgido con la fuerza necesaria para enterrar al 'realismo mágico'. "Macondo agoniza", la fantasía, realidad e ilusión, leyenda y superstición Gabo o lo que ellos llaman literatura "rural", no convence en un país que demanda obras de denuncia social urbana y violenta como "la vida misma".
Por su parte, el director de la XXI Semana Negra de Gijón http://www.semananegra.org/ , Paco Ignacio Taibo II, expresó que la nueva narrativa de Colombia ha surgido como "por ósmosis" después de veinte años de silencio en los que García Márquez "pesaba como una losa" sobre cualquier intento literario en el país.
'Satanás' y 'El eskimal y la Mariposa', ejemplos de la nueva literatura
Sobre ‘Satanás', Mendoza dijo descubrir la débil frontera que separa la locura de la razón en un asesino múltiple. Él, impactado por haber visto el vuelco que dio un amigo suyo, Campo Elías, un veterano voluntario de la guerra del Vietnam y profesor universitario que en un sólo día asesinó a 29 personas, tardó quince años en escribir esta historia basada en hechos reales.
Mientras respondía las preguntas de la secretaria de un juzgado que le interrogaba sobre su relación con el asesino, se dio cuenta de que su relato de los hechos era "una novela". Sin embargo, tuvo que esperar bastante tiempo para desarrollar un tema que le había tocado muy cerca y que incluso le había estigmatizado como "el amigo del asesino".
Montt, en cambio, presentó 'El Eskimal y la Mariposa' en Gijón exponiendo la hipótesis de que el poder político ha desempeñado un papel fundamental en estos crímenes cometidos por sicarios del narcotráfico y que marcan la irrupción de los carteles en las decisiones de gobierno, en relación a los tres asesinatos que narra en el texo: Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro, perpetrados en 1990.
Además, comentó que es lo que en ese momento fue definido como la 'narco-democracia' por agentes de la CIA destinados en Colombia, lo que nutre la nueva literatura que se escribe en estos momentos en el país.
Montt aseguró que ninguno de los autores materiales de estos crímenes ha sobrevivido porque han sido a su vez asesinados a balazos y que esta situación es "la constante" que se repite de manera sistemática en la realidad colombiana.
Así, la violencia metida en la vida urbana, acompañada de la pornografía, drogas, prostitución y bandas callejeras, hacen que el 'realismo mágico' "no encaje" en la realidad colombiana, y que por eso mismo "agoniza", insistieron los dos escritores.
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Algo más :
*** "Dan los Santos Óleos" a Macondo (el mismo texto con este titular)
http://www.etimes.com.mx/spip.php?article9445&debut_articles=330
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LA LITERATURA COMO RESISTENCIA.
A QUEMAROPA,
GIJON, 19 de julio de 2008 • DIARIO DE LA SEMANA NEGRA
http://www.semananegra.org/AQ/AQ9-08.pdf Pág. 3 (Allí además "una charla con Nahum Montt )
Durante el coloquio que sostuvo con el escritor y librero mexicano (y veterano de numerosas Semanas Negras) Fritz Glockner, el novelista bogotano Mario Mendoza (1964) habló sin cortapisas de su desencanto y desesperanza (que no equivale a desesperación, subrayó) con la condición humana en la cultura moderna. Yo no tengo ninguna esperanza, señaló citando una frase que le gritaron a Paco [Ignacio Taibo II] durante una tertulia: cuando veas una luz al final del túnel, no es una luz, es un tren que se te viene encima. Así, Mendoza –autor de Satanás (recientemente llevada al cine), Cobro de sangre y Los Hombres Invisibles, entre otros– habló acerca de la violencia que ha imperado en el mundo y que alcanzó su primer paroxismo al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando las fuerza aliadas bombardearon Hiroshima y Nagasaki la cotidianeidad ha adquirido ritmos vertiginosos de violencia, una ciclotimia permanente.
Esto se refleja en su obra: los personajes son en apariencia débiles, pero, en palabras de Glockner, acaban madreándose a su golpeador.
Pese a tener una visión pesimista del futuro, Mendoza señaló: tener una perspectiva negativa no
significa que uno no sea un vitalista.
Y lo soy, en verdad. Glockner añadió que en la obra literaria de Mendoza, pese al catastrofismo de la temática que aborda (el clima de violencia en la sociedad colombiana contemporánea), la lectura siempre se presenta como un bálsamo para sus personajes, aún si están en la cárcel o en una situación extrema.
A esto, Mendoza definió como su lema como escritor: Mientras sea posible escribir y leer, en cualquier idioma, la literatura es una forma de resistencia civil. De este modo, ambos autores exhortaron a todos los presentes a continuar esta lucha con cada libro que lean.
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*** García Márquez, Maestro De Generaciones
Por Mario Mendoza
Publicación eltiempo.com, 17 de octubre de 2002
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1366196
El mundo narrativo de García Márquez hace parte de una tradición oral muy fuerte que marcó al escritor desde los años de su infancia, en la casa de sus abuelos, y de la cual él ha hablado en varias ocasiones con afecto y no sin cierta nostalgia: "Tenían una casa enorme, llena de fantasmas. Era una gente con una gran imaginación y superstición. En cada rincón había muertos y memorias, y después de las seis de la tarde la casa era intransitable. Era un mundo prodigioso de terror. Había conversaciones en clave".
Una realidad de estas características, espectral, alucinante, tenía que engendrar tarde o temprano ese tipo de literatura donde los personajes ascienden al cielo o esperan durante años una carta que no llega y que es el sentido más profundo de sus vidas. Y supongo que este tipo de poética que nos recuerda a todos el mito, el origen, la niñez, y que está en la base de las tradiciones épicas de todas las culturas, fue lo que influyó de manera categórica en otros integrantes de su misma generación y en muchos de la generación posterior. Decenas de narradores vieron (y siguen viendo) en este universo su propia biografía, su propio pasado familiar y ancestral, su propia cultura, y decidieron compartir, para bien o para mal, la visión estética con el autor de Cien años de soledad.
En la década de los años setenta estaban en boga el movimiento pacifista, el rock, las sobredosis de Janis Joplin, Jim Morrison y Jimmy Hendrix, las protestas de los grupos universitarios, la marihuana, el Che, Vietnam y las ideas revolucionarias de Mayo del 68. Fue una época que estuvo marcada por el cemento, el tráfico de los carros y la televisión.
Más adelante aparecerían unas urbes en explosión permanente, unos monstruos que estallaban en un desorden incontrolable y que iban produciendo un ritmo de vida caótico y confuso. A comienzos de los ochenta, justo cuando García Márquez ganaba el Nobel en Suecia, muchos jóvenes que habíamos pasado nuestra adolescencia en los setenta nos matriculamos en las universidades a estudiar Literatura. Y lo leímos con pasión y con avidez, y sintiendo siempre que estábamos leyendo a un clásico como Dante o Shakespeare. Escribimos sobre él en los trabajos de las clases, lo estudiamos, analizamos las estructuras de sus cuentos y de sus novelas, y al final siempre llegamos a la misma conclusión: que era un mago componiendo argumentos y que sus libros despedían ese aroma de impecabilidad que encontramos en los objetos imperecederos.
Ahora, debo confesar que hay un cuento suyo cuya influencia sobre mí ha sido permanente a través de los años, y que me parece una pieza suya muy curiosa y que no encaja para nada en el conjunto general. Se trata de La mujer que llegaba a las seis, una historia que transcurre en un bar y que nos revela la inmensa soledad y el abandono espiritual de los individuos en las grandes ciudades.
Ese cuento siempre me recuerda los cuadros de Edward Hopper, en donde los figuras están inmersas en un vacío general que nos sobrecoge, que nos corta la respiración, que nos da miedo. La perfección de los diálogos, el perfil psicológico de la prostituta y el doloroso amor que siente por ella el hombre que atiende detrás del mostrador, me indican la atmósfera ideal que muchas veces he querido transmitirle al lector en mis propios textos. Es uno de esos relatos que lo persiguen a uno en las noches de insomnio, cuando ya al amanecer, hecho una miseria, hay que levantarse, sacar el volumen de la biblioteca y releerlo por enésima vez para poder tranquilizarse y recoger un poco de sueño.
* Mario Mendoza fue el ganador del Premio Biblioteca Breve de este año por su novela Satanás. Hace parte de la nueva generación de escritores colombianos.